Un reencuentro de amigos que en muchos casos tenían mucho tiempo sin estrechar las manos, resultó ser el sepelio del cronista Mario Emilio Guerrero, cuya inesperada partida y elevadas credenciales humanas y profesionales fueron los principales temas de conversación.
Un féretro marrón, de madera, cubría totalmente en la fría Sala E de la Funeraria Blandino de la Avenida Abraham Lincoln, el cuerpo sin vida de uno de los más laboriosos y capacitados periodistas deportivos del país en los últimos 40 años.
Justo al lado, una foto de Mario Emilio con su franca y proverbial sonrisa quedaba como último recuerdo antes de ser cremado al filo del mediodía.
Los llantos y las lágrimas de su padre Don Mario, de 99 años de edad; de sus inseparables hermanas Patricia y Angie, así como de algunas sobrinas humedecieron también los ojos de los que calladamente contemplaban la escena.
“Mario Emilio fue más que un hermano…fue un padre, un amigo”, declaró Patricia, quien le asistió como secretaria en la empresa “Servicios de Prensa GK”.
“Siempre fue una persona de carácter fuerte, pero era una alma muy noble, con esa sonrisa que lo iluminaba todo”, resalta. “Muy familiar. Su familia era lo principal”.
Lejos de allí, en el primer nivel, estaba en una mesa de la cafetería, cabizbajo, Mario Antonio, el hijo que llenó el vacío y le dio a Mario Emilio la alegría que le faltaba.
“Mi papá era un hombre apasionado, orgulloso, carismático. Una persona muy agradable. Así lo recordaré”, expresa compungido el educado joven de 17 años”, quien no lo vio ayer ni tampoco el martes, cuando a pocos metros del Colegio San Judas Tadeo, Guerrero se desplomó, víctima de un infarto, en la calle Fantino Falco, casi frente al Colegio San Judas Tadeo, donde estudia.
“Me he quedado solo”, manifestó ese mediodía Mario Antonio, el único hijo procreado en el matrimonio por el connotado comunicador con Nieves, quien se encontraba en España asistiendo al funeral de su madre y regresó el miércoles para despedir a su esposo.
En la antesala, el ministro de Deportes, Francisco Camacho, y el ex titular de esa cartera Felipe Payano conversaban sobre la partida de Mario y otros temas ajenos a la política, una actividad que a menudo distancia a los amigos.
Roosevelt Comarazamy, quien acogió a Mario Emilio como un hermano menor, dijo que éste era “un trabajador incansable, perfeccionista y una persona de sentimientos de amistad y solidaridad muy profundos.
De su lado, César Medina, el productor del emblemático programa “Amalgama de Colores en la Pelota”, describió al colega y seguidor de toda una vida de los Leones del Escogido, como un hombre fundamentalmente honesto.
“Voy a tomar una frase prestada que alguien dijo. Trabajador infatigable que mató el sueño y no conoció la fatiga”, subrayó el locutor, declamador y uno de los decanos de la crónica especializada en deportes.
Ildefonso Ureña, el coordinador de la Cadena Azul y uno de los más cercanos relacionados que tuvo Guerrero en el ámbito deportivo, lo considera como un amigo y compañero de siempre, “por encima de la rivalidad del Licey y el Escogido”.
La manifestación de amistad hacia Mario Emilio fue abundante y sincera. El escenario fue completado por el amor de su familia, padre, esposa, hijo, hermanas, sobrinos.
Otros que asistieron a la funeraria para darle el último adiós fueron Vitelio Mejía, presidente de la Liga Dominicana de Béisbol, y su hijo Jesús Mejía, gerente de los Gigantes del Cibao.
Igualmente, Persio Maldonado, titular de la Federación Dominicana de Tenis; Junior Noboa, Comisionado Nacional de Béisbol; Manuel –Tete– Antún, ex presidente de las Estrellas Orientales; los ex jugadores de baloncesto Evaristo Pérez y Junior Gil; Nelson Ramírez, secretario de la Fedovoli; Alberto Rodríguez, viceministro Administrativo de la Presidencia, así como el coronel de la Policía Nacional, Jacobo Mateo Moquete y Ramón Cuello, ex presidente de la ACD.
También, Frank Micheli, ex presidente de los Azucareros del Este; Andrés Van Der Horts, presidente de Producciones Dominicanas Apolo: Fausto Severino y Franklin de la Mota, funcionarios del Miderec; Gilberto García y Rafael Villalona, secretario y vocal del COD, en ese orden.