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domingo, noviembre 24, 2024

Trabajadoras sexuales” se quedan sin ingresos

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El declara­do estado de emergencia, ni el toque de queda exis­ten para Rosa Alba (nom­bre ficticio). Ni un solo día ha dejado de salir a buscar “clientes”. Tiene apenas 19 años. Llegó a un tercer grado de la escuela prima­ria. La pobreza la exclu­yó de las aulas y la llevó a gestionar temprano los re­cursos que le permitieran sobrevivir. A su lado, Al­tagracia. Se le ve cabizba­ja y escucha atenta.

No tiene la lozanía de su compañera. La vida que le ha tocado llevar y los años no la han tratado de mara­villa. Rebasando el medio siglo, conservando rasgos de lo que fue una esbelta figura. Su larga cabellera y ojos negros penetrantes, di­cen que muchos hombres se arrastraron a sus pies en sus años mozos. Algunos de ellos le dejaron recuerdos im­borrables: dos hijos a los que debe alimentar y educar.

Además de ellas dos, otras seis mujeres esperan por “clientes”. Ninguna ha sido llamada para incluirla en el programa FASE o pa­ra entregarle alguna tarje­ta de las que distribuye la vicepresidenta Margarita Cedeño. El centro de diver­sión donde ofrecen sus ser­vicios está cerrado desde el 18 de marzo.

“Mañana será mejor y con algunos “clientes” obtendremos para comer un par de días”.
ALTAGRACIA

La fecha trae recuerdos amargos para Rosa Alba, Al­tagracia y sus seis compa­ñeras. Esperan ansiosas que culmine este período y la vi­da “vuelva a la normalidad”.

Oficio peligroso

Aunque admiten que sabien­do el riesgo que corren han seguido ejerciendo su “ofi­cio”, tomando, eso sí, algu­nas previsiones. Pero la cua­rentena y el toque de queda han sido un duro golpe pa­ra su economía, los ingresos han mermado en más de un 90%, teniendo días en que deben retornar a sus hogares solo con la esperanza de que “mañana será mejor y con al­gunos “clientes” obtendre­mos para comer un par de días”, expresa Altagracia en voz alta.

El drama es penoso para estas mujeres. Su futuro, incierto de por sí, hoy, con el surgimiento del corona­virus se torna más oscuro e indefinido.

Aunque su “trabajo” es convencer a hombres pa­ra llevarlos a la cama, estas mujeres han tenido que re­currir a la mendicidad para sobrevivir. El primer paso es la oferta de su “servicio”, pero si el hombre abordado no muestra interés, enton­ces llega la segunda opción: “deme algo pa la comida no he hecho un centavo por es­ta cuarentena y el cierre del negocio nos tiene pasando hambre, por favor. Yo nun­ca pensé que pediría para co­mer”, dice llorosa Altagracia, tras tomar lo poco que este periodista pudo darle en ese momento.

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