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sábado, noviembre 23, 2024

Las clases virtuales, otro factor de estrés; Maestros no dominan el método

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La que conocerán en bre­ve, a pliego de detalles, es la portentosa vivencia de una joven estudiante universi­taria dominicana, en tiem­pos de la ofensiva mortal del coronavirus, que ha te­nido que adaptarse a una modalidad virtual en la que, de una sola zarpada, tuvo que migrar de la condición de alumna a ‘asistente’ de maestros, y hasta “promo­vida a maestra”, porque los docentes aún no dominan es­te método.

A ella conocerán como Quintina Miranda(nombre ficticio), quien pone al des­nudo y descarga, con una correcta conexión de los he­chos, un cúmulo de deta­lles de su experiencia, que aun el fardo pesado de su sacrificio, para bien podría ayudarle a configurar su personalidad como futura profesional.

Esto es lo que ha vivido y a con­tinuación cuenta Miranda:

“Enfrentarnos al CO­VID-19 ha sido como ir a la guerra con pocos solda­dos y armas. Todo un reto. La verdad es que solo cada familia conoce lo que pa­sa a puertas cerradas, las vicisitudes que ha tenido que atravesar y lo que és­tas conllevan. En lo per­sonal, siendo estudiante universitaria, adaptarme a una modalidad virtual ha sido una odisea. Y sí, soy joven, una condición que me beneficia, pues me re­sulta fácil hacer uso de la tecnología.

Sin embargo, lo traumáti­co de la situación es preci­samente que no todos los docentes cuentan con el co­nocimiento requerido para navegar por estas aguas que resultan turbias a aquellas personas que en una gran parte de su vida han traba­jado con métodos análogos. A todo esto hay que sumar­le el poco tiempo en el que han tenido que migrar sus clases a esta nueva modali­dad. En mi caso, desempe­ñar el rol de ‘asistente’ para varios maestros es parte de la rutina que he llevado en mi vida universitaria y este nuevo cuatrimestre no ha sido la excepción.

Puedo decir que hasta he sido promovida a “maes­tra”, me ha tocado apren­der para enseñar; aprender a utilizar las plataformas virtuales que ha dispues­to la casa de estudio a la que pertenezco, para poder subsanar los efectos que el desconocimiento causa en algunos de mis docentes. Valiéndome de videollama­das, mi computador y todo lo que tenga a mi alcance, he podido contribuir a que salgamos a camino.

Me ha tocado diseñar el programa de clases que tan­to mis compañeros como yo debemos recibir y comple­mentar para poder aprobar la materia. También, asis­tir a todas las clases virtua­les de las diversas secciones que manejan los maestros a los que les doy soporte; to­mar la asistencia, diseñar presentaciones explicati­vas sobre los contenidos de las materias, fungir como “mensajería instantánea” entre docentes, estudiantes y la escuela de mi carrera.

Asimismo, crear reuniones de Zoom cuando la platafor­ma se cae para que la clase de ese día no se pierda, corre­gir las asignaciones, supervi­sar que todos los estudiantes entiendan y no tengan dudas respecto a lo que se debe ha­cer, pues de por sí esa brecha que teníamos para aclarar las confusiones durante las cla­ses presenciales es prácti­camente inexistente. Tener que redactar un correo y es­perar a que el maestro, por obra y gracia de una fuer­za mayor, lo lea a tiempo, es desgastante.

Los niveles de estrés, ansie­dad y desesperación exceden lo humanamente posible. Ja­más pensé verme envuelta en esta situación; nadie en realidad, pero es que resul­ta un calvario intentar man­tener la calma y actuar como si todo estuviese normal, no es sencillo. La calidad de las clases no es la misma, pues asignaturas que están carga­das de material práctico se han visto afectadas y, por en­de, nosotros como estudian­tes también.

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