Tradicionalmente, el colmado es el lugar donde el barrio cobra vida, donde se conocen las penas, alegrías y los problemas que atraviesan las familias del sector, donde se escuchan las historias más memorables de sus personajes y se conoce la realidad de la economía doméstica.
Aunque los colmados estan entre los pocos comercios autorizados a operar durante este período de emergencia provocada por la propagación del Covid-19, su dinámica ha variado en función de que muchos prefieren usar los “deliveries”, y solo asisten aquellos que no tienen comunicación o queines necesitan distraerse un poco.
“Cero dominó, cero coro para beber; los fiaos controlados y atentos a los pedidos que nos hacen por whatsapp”, así describe Francis Mejía, encargado del Colmado Mejía, ubicado en la calle 5 del Libertador, en Herrera, la rutina del negocio en tiempos de cuarentena.
Afirma que el toque de queda le ha “tumbado” mucha venta, porque después de las 5:00 de la tarde era cuando más movimiento registraba el negocio.
“Los muchachos que venían a beberse sud tragos, a mirar las muchachitas, los que venían a jugar dominó; pero ya eso se acabó, porque no puede haber mucha gente junta en el negocio, aunque algunos ociosos siempre vienen, aunque sea un rato”, explica Francis.
Ventas se reducen
A pesar de que el colmado es el negocio de venta de comestibles más cercano a los hogares, muchos colmaderos refieren que sus ventas han bajado casi un 50% y que el abastecimiento de algunos productos se ha dificultado durante las últimas semanas, como el flan de leche, leche con queso, galletas, harina de trigo y otros. “Tenemos clientes que desde cuando empezó la cuarentena no han vuelto al colmado; otros siguen viniendo porque no tenemos delivery”, manifiesta Jesús Pablú, encargado del colmado Cristian, en la insercción de las calles Tunti Cáceres y Moca, en Villa Juana.
Pablú dice que ya no se ven a niñas y niños comprando en el negocio. En eso coincide Rolando de León, dependiente del Colmado Scarlet, ubicado en la confluencia de las calles Moca y Profesora Amiama Gómez, en el mismo sector. Detalla que se cumplen las medidas de protección, sobre todo en el uso de mascarillas y el distanciamiento físico.
Apunta que antes el colmado permanecía lleno de gente y que ahora eso se ha reducido a casi un 25%, que se sostienen gracias a que es un negocio familiar y al apoyo de algunos clientes que son fieles a ellos.
No hay “fiao”
Ha sido costumbre en los colmados la venta de mercancías a crédito, una acción solidaria que no estilan los grandes comercios y que en esta situación de crisis los dueños de colmado han reducido al máximo. Francis Mejía indica que casi ningún colmado está fiando porque la situación de incertidumbre en los empleos no lo permite. “Casi no estamos fiando porque en esta situación la gente se va a agarrar de que no está trabajando, para no pagar, y si fiamos al que no está trabajando o al que no puede cobrar vamos a quebrar”, detalla.
LAS MEDIDAS
Seguridad
Como reza un dicho popular “no hay nada tan malo que no tenga algo, ni tan bueno que no tenga algo malo”, así sucede con los colmados y las medidas de restricción, ya que la instauración del toque de queda a partir de las cinco de la tarde ha contribuido a reducir los actos delictivos.
Los colmaderos consultados indican que no han tenido ningún problema de atracos y que se sienten más seguros porque el tiempo más peligroso es el de la noche.
Afirman que si se mantienen pendientes de la delincuencia, pero sobre todo de los landrocintos del barrio que se mantienen merodeando.