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viernes, noviembre 22, 2024

Sus rostros están prote­gidos con las mascarillas. Los mecánicos están apli­cando todas las medidas de seguridad, sin embar­go, están sentados espe­rando que los clientes co­miencen a llegar a los talleres de repuestos. La reapertura gradual de la economía empe­zó hace una semana, pe­ro contrario a lo que pen­saban estos comerciantes de la industria automotriz, los clientes han llegado le­vemente, aunque el miér­coles que se inició la pri­mera fase de reactivación, se vislumbraba que todo marcharía bien. Eran las 2:00 de la tar­de de ayer miércoles y los mecánicos de los negocios de la calle Marcos Ruiz, conocida como “La 20” en Villa Juana charlaban entre ellos porque mien­tras antes del coronavirus atendían hasta 10 perso­nas, ahora si reciben dos es mucho, tal como ellos relatan. Abraham Báez, em­pleado de una microem­presa de ventas de luces y otras piezas de vehícu­los, comenta que encima de que tenían dos meses en sus hogares sin generar dinero, están en los nego­cios esperando a la gente. “Mira, hoy sólo han ve­nido cinco personas a pre­guntar por algunas cosas y cuando están aquí a veces no tenemos lo que buscan porque muchos suplidores están cerrados”, comenta Abraham, quien arquea las cejas al decir esto y al lamentar que antes de la pandemia del COVID-19 los meses “flojos” para ellos eran enero y febrero, pero este 2020 continuó “la mala racha” en marzo, abril y mayo. Un señor que aparenta de más de 50 años arras­traba un gato para carro en medio de una calle de Villa Juana y desde ahí pa­reciera como si el negocio se hubiese activado. Sin embargo, al entrar a los ne­gocios la realidad es distin­ta: están vacíos. En los alrededores de es­te barrio hay varios nego­cios que ofrecen piezas pa­ra autos y entre ellos deben competir para atraer los po­cos clientes que aparecen ahora en este momento de emergencia nacional. Otro mecánico consulta­do por Listín Diario duran­te un recorrido expresa que “la cosa está mala en la vida real. Uno consigue un clien­te ahora por chepa. Hay menos gente que antes de que iniciara el coronavirus”. Ellos tienen en común una queja y es que a pesar de que ya reabrieron sus pe­queñas empresas, tienen la difícil tarea de cobrar el mismo precio que antes por la mano de obra y hacer el trabajo bien, mientras las piezas les están saliendo más caras. Su descontento se debe a que, según ellos, muchos importadores ya habían pedido artículos an­tes de la pandemia y ahora se los venden más costosos alegando que el dólar está subiendo. Pintores de vehículos Para ellos, el ritmo de lle­gada de las personas a sus negocios será poco a po­co, según pasen los días y se inicien las otras fases de la economía. Cada semana pintaban cerca de siete ca­rros. Desde el miércoles pa­sado hasta ayer solo habían recibido tres automóviles. El dueño de un taller de pintura considera que la realidad es que la gente es­tá tímida para llegar y cuan­do tienen que llegar don­de él por obligación, piden rebajas, “y nosotros com­prando piezas viejas y caras sin poder aumentar la ma­no de obra”. Aquí lo refutó un compañero que le decía que es mejor tener algo que no tener nada, que es inclu­so una ventaja rebajar para que la gente use sus servi­cios. “Pero ven acá, es lógico que van a bajar porque la economía está cayendo, a pesar de que la gente siem­pre necesitará piezas para sus carros”, fue la respues­ta de un trabajador de un autoadornos al preguntarle cómo estaban las ventas en esta primera semana de la primera fase de desescalada. “Las pacas de la París su­fren los embates del virus” Los comercios donde venden ropa de paca en la avenida París también tie­nen desde marzo con ba­jas. Primero porque tuvie­ron que cerrar sus puertas y ahora porque no reci­ben clientes como antes. En uno de ellos había ayer miércoles cerca de sie­te trabajadores y solo dos clientas que compraban ro­pas ligeras para permane­cer en casa y combatir el calor. Antes pasar por la aveni­da París a las 3:00 de la tar­de era una desorganización por la congestión del trán­sito y las personas que bus­caban debajo del elevado de la avenida 27 de Febre­ro las ropas de pacas. Ayer no se observaron tapones y la presencia de comprado­res era escasa para como lo es en la normalidad y los pocos que habían eran ven­dedores de paca en sus ba­rrios que compran para re­vender. A las 3:30 de la tarde ya los vendedores de pacas comenzaban a recoger sus mercancías para marcharse a casa y la soledad comen­zaba a adueñarse de lo que de costumbre es una algara­bía y un caos urbano. OFERTAS Espera. A las 2 de la tarde de ayer miércoles, los me­cánicos charlaban a la espera de que llegaran los habituales clientes. Negocio. Un empleado de un ne­gocio que vende luces y repuestos de vehícu­los esperaba que llega­ran gente a su estableci­miento. Artículos. Otra queja radica en que cuando clientes van en busca de un artículo no pueden venderlo por­que no lo tienen, porque sus suplidores están ce­rrados.

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Sus rostros están prote­gidos con las mascarillas. Los mecánicos están apli­cando todas las medidas de seguridad, sin embar­go, están sentados espe­rando que los clientes co­miencen a llegar a los talleres de repuestos.

La reapertura gradual de la economía empe­zó hace una semana, pe­ro contrario a lo que pen­saban estos comerciantes de la industria automotriz, los clientes han llegado le­vemente, aunque el miér­coles que se inició la pri­mera fase de reactivación, se vislumbraba que todo marcharía bien.

Eran las 2:00 de la tar­de de ayer miércoles y los mecánicos de los negocios de la calle Marcos Ruiz, conocida como “La 20” en Villa Juana charlaban entre ellos porque mien­tras antes del coronavirus atendían hasta 10 perso­nas, ahora si reciben dos es mucho, tal como ellos relatan.

Abraham Báez, em­pleado de una microem­presa de ventas de luces y otras piezas de vehícu­los, comenta que encima de que tenían dos meses en sus hogares sin generar dinero, están en los nego­cios esperando a la gente.

“Mira, hoy sólo han ve­nido cinco personas a pre­guntar por algunas cosas y cuando están aquí a veces no tenemos lo que buscan porque muchos suplidores están cerrados”, comenta Abraham, quien arquea las cejas al decir esto y al lamentar que antes de la pandemia del COVID-19 los meses “flojos” para ellos eran enero y febrero, pero este 2020 continuó “la mala racha” en marzo, abril y mayo.

Un señor que aparenta de más de 50 años arras­traba un gato para carro en medio de una calle de Villa Juana y desde ahí pa­reciera como si el negocio se hubiese activado. Sin embargo, al entrar a los ne­gocios la realidad es distin­ta: están vacíos.

En los alrededores de es­te barrio hay varios nego­cios que ofrecen piezas pa­ra autos y entre ellos deben competir para atraer los po­cos clientes que aparecen ahora en este momento de emergencia nacional.

Otro mecánico consulta­do por Listín Diario duran­te un recorrido expresa que “la cosa está mala en la vida real. Uno consigue un clien­te ahora por chepa. Hay menos gente que antes de que iniciara el coronavirus”.

Ellos tienen en común una queja y es que a pesar  de que ya reabrieron sus pe­queñas empresas, tienen la difícil tarea de cobrar el mismo precio que antes por la mano de obra y hacer el trabajo bien, mientras las piezas les están saliendo más caras. Su descontento se debe a que, según ellos, muchos importadores ya habían pedido artículos an­tes de la pandemia y ahora se los venden más costosos alegando que el dólar está subiendo.

Pintores de vehículos

Para ellos, el ritmo de lle­gada de las personas a sus negocios será poco a po­co, según pasen los días y se inicien las otras fases de la economía. Cada semana pintaban cerca de siete ca­rros. Desde el miércoles pa­sado hasta ayer solo habían recibido tres automóviles.

El dueño de un taller de pintura considera que la realidad es que la gente es­tá tímida para llegar y cuan­do tienen que llegar don­de él por obligación, piden rebajas, “y nosotros com­prando piezas viejas y caras sin poder aumentar la ma­no de obra”. Aquí lo refutó un compañero que le decía que es mejor tener algo que no tener nada, que es inclu­so una ventaja rebajar para que la gente use sus servi­cios.

“Pero ven acá, es lógico que van a bajar porque la economía está cayendo, a pesar de que la gente siem­pre necesitará piezas para sus carros”, fue la respues­ta de un trabajador de un autoadornos al preguntarle cómo estaban las ventas en esta primera semana de la primera fase de desescalada.

“Las pacas de la París su­fren los embates del virus”

Los comercios donde venden ropa de paca en la avenida París también tie­nen desde marzo con ba­jas. Primero porque tuvie­ron que cerrar sus puertas y ahora porque no reci­ben clientes como antes. En uno de ellos había ayer miércoles cerca de sie­te trabajadores y solo dos clientas que compraban ro­pas ligeras para permane­cer en casa y combatir el calor.

Antes pasar por la aveni­da París a las 3:00 de la tar­de era una desorganización por la congestión del trán­sito y las personas que bus­caban debajo del elevado de la avenida 27 de Febre­ro las ropas de pacas. Ayer no se observaron tapones y la presencia de comprado­res era escasa para como lo es en la normalidad y los pocos que habían eran ven­dedores de paca en sus ba­rrios que compran para re­vender.

A las 3:30 de la tarde ya los vendedores de pacas comenzaban a recoger sus mercancías para marcharse a casa y la soledad comen­zaba a adueñarse de lo que de costumbre es una algara­bía y un caos urbano.

OFERTAS

Espera.

A las 2 de la tarde de ayer miércoles, los me­cánicos charlaban a la espera de que llegaran los habituales clientes.

Negocio.

Un empleado de un ne­gocio que vende luces y repuestos de vehícu­los esperaba que llega­ran gente a su estableci­miento.

Artículos.

Otra queja radica en que cuando clientes van en busca de un artículo no pueden venderlo por­que no lo tienen, porque sus suplidores están ce­rrados.

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La ex judoca Dulce María Piña es de esas atletas que han concretizado sus sue­ños en el sentido más am­plio de la palabra. Desde su niñez fue es­tudiante, deportista y en la adolescencia comenzó a acariciar el éxito en el plano deportivo, llegando a pisar los más grandes escenarios del deporte mundial y hoy es una madre y abuela que ha cumplido todas sus me­tas de la vida de una mujer. A sus 44 años proclama con orgullo “fui estudiante, atleta, esposa y madre”. Ella cuenta que es una mujer realizada que supo combinar los estudios con su deporte de toda la vida, el judo y su carrera de estu­diante hasta lograr graduar­se de licenciada en Edu­cación Física en la estatal Universidad Autónoma de Santo Domingo. Combinación perfecta Dulce María Piña había te­nido un primer matrimonio que se rompió porque su compañero sentimental de ese momento no era depor­tista, pero luego casó con Edgar Omar Ramírez Read, un deportista que aún se mantiene activo, con quien ha procreado tres hijas (Li­zzy, Luisa Penelope, Oma­ria Nicole) y parte de una familia de ocho hermanos formado por el matrimonio por Jesús María Piña y Mer­cedes De Oleo. “Tener una familia cola­boradora y cooperadora me ayudó bastante”, cuenta Pi­ña, quien preside la Comi­sión Mujer y Deportes del COD. La también inmortal del deporte dominicano re­cuerda que en su vida como atleta, su madre jugó un pa­pel fundamental, lo mismo que su esposo Edgar que siempre le brindó apoyo. “Cuando una familia co­labora no hay porqué fa­llar”, expresa con satisfac­ción Piña y resalta el papel jugado por su madre. “Mí madre fue un eslabón fun­damental para que pudiera continuar en el deporte”. Cuenta que cuando tuvo su primera niña (Lizzy) fue un embarazo inesperado, pe­ro luego de dos meses de ha­ber dado a luz a su primera hija su madre le dijo “te voy a ayudar”. Así sucedió con sus otras dos hijas, hubo momentos en que tuvo semanas ausente del hogar y su madre era que se hacía cargo. “De mi familia, tuve buen trato en mí época de atle­ta”, cuenta con orgullo Pi­ña, quien debe venir ocasio­nalmente a Santo Domingo a cumplir compromisos con sus deberes en el COD y en su condición de presidenta de la Comisión Mujer y De­portes de ese organismo. Las emociones Dulce María Piña ha vivido muchos momentos emocio­nantes, pero el que más le ha impactado fue cuando fue elegida para la inmortalidad deportiva. “Eso fue un cho­que de emociones, de mu­chas emociones”, recuerda la judoca. No concilió el sueño la no­che anterior a su instalación como inmortal. “Tenía una sensación enorme que no puedo describir y esas emo­ciones las compartí con mí familia y luego en el acto con todos mis compañeros”. Además de madre, Dulce María Piña es una licenciada en educación física, carrera que cursó en la UASD de for­ma paralela con sus compro­misos deportivos. Se graduó en 2004. Posteriormente hi­zo una maestría en esa alta casa de estudios. Exhorta a las deportistas de hoy a no dejar de ver el futuro con optimismo, dedi­cándose por completo a sus deberes y pensar en conver­tirse en madre en algún mo­mento de la vida, como mu­jer. “Que sepan conjugar el tiempo de atleta, estudian­te, madre y esposa”, sigue diciendo Piña, quien formó una escuela de judo en su na­tal San Juan de la Maguana que lleva su nombre. Además de madre, Dulce María Piña es una licenciada en educación física, carrera que cursó en la UASD de for­ma paralela con sus compro­misos deportivos. Se graduó en 2004. Posteriormente hi­zo una maestría en esa alta casa de estudios. Exhorta a las deportistas de hoy a no dejar de ver el futuro con optimismo, dedi­cándose por completo a sus deberes y pensar en conver­tirse en madre en algún mo­mento de la vida, como mu­jer. “Que sepan conjugar el tiempo de atleta, estudian­te, madre y esposa”, sigue diciendo Piña, quien formó una escuela de judo en su na­tal San Juan de la Maguana que lleva su nombre. Dulce Piña, la deportista Como deportista Piña “que­mó” todas las etapas. Fue at­leta, entrenadora, árbitro y dirigente (ex presidenta de la Federación Dominicana de Judo y hoy vocal del Comité Ejecutivo del Comité Olímpi­co Dominicano). En sus inicios y siendo cin­turón blanco, con menos de un año en el judo y de la ma­no de su entrenador Alejan­dro Mateo jiménez, ganó medalla de plata en los Jue­gos Deportivos Nacionales de Moca. Asistió a 5 JJCC Medallista. Participó en cinco ediciones de Juegos Centroamericanos y del Caribe, ganando seis medallas, incluyendo dos de oro, tres de plata y una de bronce. Piña, nacida en San Juan, donde aún reside, también fue medallista Panamericana. Su última actuación a ese nivel fue en el 2003.
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