Según los textos sobre economía que tratan este tema, se define como libre mercado aquel ambiente donde prima el libre juego de la oferta y la demanda.
Es un ambiente donde los niveles de precios son influenciados por la competencia de esas dos premisas –oferta y demanda–. lo que le permite al consumidor escoger el producto de más calidad y de mejor precio en medio de un mercado repleto de una diversidad de comercios bien surtidos de mercancías, que garantiza una suficiente oferta, lo que favorece que los precios se mantengan en competencia permanente, propiciando su equilibrio y la justeza en sus niveles.
La historia reciente nos ha demostrado que sin el libre mercado y el respeto a sus fundamentos no se conquista el tan anhelado desarrollo económico. Esta aseveración está sólidamente respaldada por los resultados calamitosos en que quedaron las economías, la infraestructura y la marcada fisura de las sociedades, en las naciones que decidieron adoptar regímenes que eliminaron o desecharon el libre mercado.
Como ejemplo tenemos, a la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas –URSS– y sus satélites de la Europa del Este.
Así tenemos también como muestra a China, Vietnam, Cuba, Corea del Norte, entre otros; que optaron por la instauración de regímenes totalitarios, donde el Estado es el dueño absoluto de los medios de producción –léase fabricas, tiendas y todo el comercio–. Y férreo rector de la economía; y por coniguiente, el único ofertante de los productos comestibles, de vestir, de la higiene, de los servicios, entre otros, lo que afecta la calidad de las mercancías y de los servicios por la falta de competencia.
Estados totalitarios, que además, se apropian de prácticamente todos los ingresos que genera la economía, lo que les permite los recursos para los generalizados subsidios de todo tipo de necesidades de la población; la que debe esperar a que el Estado le asigne y decida donde vivir, que comer, que vestir, y en que cantidades.
Estas naciones como es sabido, se quedaron rezagadas, empobreciendo a sus ciudadanos, y ocasionandoles grandes sufrimientos; ya que obviaron el camino del desarrollo transitado por otras, que en cambio, sí fomentaron el respeto a la propiedad privada impulsando exitosas economías de libre mercado, que las catapultaron hacia el desarrollo económico, y en su mayoría también, al desarrollo social y político.
Este es el caso de las naciones europeas, asiáticas, americanas y de otras latitudes, como Australia; que escogieron fielmente el camino hacia el progreso, promoviendo y haciendo respetar la libertad económica que propicia un ambiente donde el mercado fluye libremente, sin la intervención de vicios y poderes que violenten sus principios fundamentales.
Naciones capitalistas, estas últimas, donde sí se produjo en verdad una perceptible y maravillosa revolución en todos los órdenes.
No la revolución violenta que dejó atrás millones de muertos, abusos y gobiernos totalitarios, anti mercados e improductivos; sino la revolución de la ciencia y la tecnología.
La revolución de la industria ligera y la pesada. La que inundó el mundo de alta tecnología, de eficientes y hermosos vehículos de motor, livianos y pesados; aviones, barcos, computadoras, televisores, teléfonos inteligentes, medicinas y otros cientos de productos maravillosos, incluyendo la producción masiva de alimentos.
No debemos dejar fuera de este breve análisis, a los países del tercer mundo que aparentemente permiten un “libre mercado” mediatizado. El que es constantemente obstaculizado, controlado, y afectado por medidas de corte populistas, masivos actos de corrupción y otras trabas institucionales.
Lo que le quita a ese mercado la categoría de verdaderamente “libre”, porque aunque hay libertad económica, esa libertad es mediatizada por esas falencias y la corrupción sistemática que obstaculiza su dinámica.
Por lo que vemos también en esos países, grandes distorsiones y pobres resultados en su desarrollo, muy parecidos, en algunos aspectos, a los de las naciones dominadas por regímenes totalitarios, mencionadas mas arriba.
Aquí hay que dejar claro, que no importa que los países sean regidos por gobiernos autoritarios, siempre y cuando respeten las leyes del mercado capitalista, estos tendrán excelentes resultados económicos: China es el ejemplo relativamente reciente más evidente, que nos confirma esta conclusión.