— ¿Qué pasaría si siguiéramos practicando y consumiendo la moda rápida? ¿Qué ves de aquí a diez años?
— “Yo veo vertederos llenos de ropa producto del consumismo”, responde la joven creadora de nuevas prendas. “Existen marcas que no regalan su ropa y por cuestiones de exclusividad las queman”.
Hace unos cuatro años que Estela Heyaime, emprendedora y diseñadora de moda, conoció el impacto que tienen los textiles en el planeta mientras estudiaba moda en la escuela de Chavón. Una de sus preocupaciones es que las prendas desechadas terminarán en vertederos o, peor, en vertederos improvisados y exclusivos para fibras.
Detrás del populoso mercado de la pulga de Hato Mayor, entre hierbajos y una edificación abandonada, hay miles de prendas desechadas por los compradores y vendedores, cuyo cúmulo se ha ido incrementando en los últimos meses.
Son alrededor de 300 los vendedores de calzados, bultos, ropa y accesorios usados que se reúnen en este terreno de camino a Sabana de la Mar para vender ropa, “mayormente proveniente de Estados Unidos”.
Luego de la celebración del mercado cada lunes y sábado, los residuos textiles son echados por algunos de los mercaderes en la parte de atrás del lugar, espacio que no se ve hasta que se adentra al solar.
Vista aérea de vertedero de ropa improvisado en el mercado de pulgas de Hato Mayor, tomada el 13 de abril de 2022. Rubí Morillo / LD
Pantalones, camisas, camisetas, abrigos, zapatos, sábanas y toallas de distintas telas y materiales están allí extendidos por varios metros, a la intemperie, bajo sol y sereno, pese a sus buenas condiciones.
Esas son las modas que no gustan y, consecuentemente, no se venden.
La alternativa de algunos, como Danilo Reyes Torres, presidente de la Asociación de Vendedores de Pacas de Hato Mayor y El Seibo (Asovehase), es donarla o regalarla a sus compueblanos. Sin embargo, para otros de sus colegas comerciantes es echarla en el vertedero textil que han improvisado para que luego el camión de basura la pase a recoger.
“Creo que recientemente dispusieron de una máquina recicladora en San Pedro de Macorís para llevarla hasta allá a reciclar”, argumentó Reyes Torres cuando afirmó que cada martes y viernes pasan camiones de basura a buscar los desperdicios, plásticos y demás residuos sólidos que quedan en el lugar al acabar el mercado.
La recogida de la basura en esos días fue confirmada por empleados de la alcaldía de ese municipio; pero cuatro meses después, el equipo de periodistas regresó y la ropa descartada continuaba ahí, podrida y cubierta por plantas silvestres. Aunque su alcalde, Amado de la Cruz, aseguró que de vez en cuando llenan un contenedor y lo envían al vertedero ubicado en el kilómetro 7 de la carretera El Seibo – Hato Mayor.
Vertedero de oportunidades
Luego de una breve llovizna, el hedor de la humedad impregna el ambiente dando a saber que debajo de las toneladas de textiles hay moho y muestra la posibilidad de que la pila de prendas destilara líquidos con los químicos con que se producen, los cuales se han de filtrar en el terreno, afectando el medioambiente.
“Es un tema de conciencia colectiva también, porque uno no solamente puede culparlos a ellos por lo que están haciendo”, dice Houston Ramos, uno de los socios de la empresa Moda Sostenible RD. “Las autoridades también tienen un grado de responsabilidad importante; al final, ellos solo lo ven como una forma de comercio y de subsistir, pero termina de una forma que no es favorable y que a ellos mismos les perjudica”.
Aunque puede sonar difícil de creer, las montañas exclusivamente de ropa son habituales en los vertederos. Los trapos y pedazos de tela son oportunidades que se pierden entre residuos orgánicos y otras basuras.
Allí se ve mucha lana que, según Arianny Santana, fundadora de la organización de moda mencionada, se pueden utilizar en colchas o almohadas, incluso convertirla en hilo para luego ser vendido en zonas francas dominicanas para bordar, para hacer accesorios o complementos para la casa.
Si no es posible darles un uso de forma directa, los residuos textiles se deben gestionar de forma diferenciada a través de sistemas de recogida específicos. Santana, quien creó la primera empresa certificada B por el impacto social y medioambiental positivo que produce en el país, sugiere que cuando la ropa vaya a ser desechada se clasifique según el textil, porque una vez en el vertedero no puede ser utilizada.
Pese a esa advertencia, Roxenne, una de los tantos buzos que se reúnen en el relleno sanitario de Duquesa para recolectar plásticos y metales, entre otros residuos, lleva en su bolso tres prendas en muy buen estado para vestir ella y sus hijos.
Roxenne muestra la camiseta blanca que encontró entre la mezcla de residuos y heces. Rubí Morillo / LD
Ella saca de una bolsa una camiseta blanca y un elegante vestido negro en excelentes condiciones, que guarda junto a los tenedores y demás objetos de aluminio que ya ha recogido para vender y así conseguir la comida del día en el vertedero a cielo abierto más grande del país.
“Aquí uno viene a buscar lo que uno encuentre (…) si yo veo algo que me conviene lo cojo, a veces uno encuentra hasta con la etiqueta”, dice esto último la señora que tiene diez años saliendo desde Haina, a casi 40 kilómetros de distancia, para buscar su pan y sus prendas de cada día.
Pero eso es solo lo que encuentra Roxenne sin esperarlo ni buscarlo. En cambio, algunas cinco mujeres de origen haitiano y sin dominio del español se arriesgan a las enfermedades que pueden contraer en ese ambiente y a lo peligroso que es trabajar entre los camiones de basura con tal de cumplir una meta establecida: buscar exclusivamente prendas de vestir para venderlas.
La barrera del idioma hizo imposible que explicaran el proceso de tratamiento de la ropa una vez recolectada de la pestilente mezcla de basura, heces y comida podrida, pero algunas explicaron que las mandan a Haití, mientras que otras las venden en mercados o pulgas dominicanas.
Clasificación como solución
La ingeniera ambiental Rosaura Pimentel señala que lo recomendable es hacer la separación en fuentes, consistente en clasificar los textiles, plásticos y cartón antes de llegar a su disposición final. De no hacerse, cuando llegan al vertedero lo que pudo haber sido aprovechado no se le puede sacar su máximo potencial.
Contrario a lo que se podría pensar, esto no afectaría a los buzos, sino que tendría ventajas económicas, ambientales, sociales y hasta visuales para todo el país.
“Los buzos tienen que reinsertarse en etapas más tempranas de separación en fuentes; en vez de ir al vertedero a recogerlo ya después que está sucio, recoger en las casas y empresas de forma separada”, sugiere como alternativa de reorganización para los buzos la también docente del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec).
Pero en el país no existe la cultura extendida de clasificación, tampoco muchas opciones de lugares a dónde depositar o llevar directamente la ropa que no se usa o no se vende, yendo a parar a vertederos donde se contamina aún más el medioambiente.
A continuación se presenta una infografía con datos sobre los residuos sólidos en el país en 2021, según el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales de República Dominicana. Si no puede visualizarla, haga click en este enlace.
Un estudio realizado por la gestora de residuos sólidos Yeny Cornelio Hernández, en 2015, reseña que “las empresas textiles, radicadas en el país en las zonas francas, generan alrededor de 18,191 toneladas de residuos anualmente”. Aunque una investigación del mismo año publicada por el Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo (OPSD) ubica los textiles como el quinto residuo sólido más producido en el país, señalando unas 332.6 toneladas al día durante 2015.
La lluvia y la humedad provocan que las variadas sustancias químicas con que se crean estas piezas no biodegradables se desprendan y lleguen al suelo mezclándose además con el lixiviado de la materia orgánica o, en casos contrarios, el calor evapore los químicos.
“Problemas en salud pública, a la biodiversidad y emisiones de gases de efecto invernadero como metano y dióxido de carbono CO2”, son algunos de los efectos que provocan los residuos textiles que terminan en grandes extensiones de terrenos a cielo abierto, según el maestrando en ingeniería ambiental, Brayan Villamil, de la universidad colombiana Santo Tomás.
En un ensayo, con base en estudios internacionales y publicado en 2020, Villamil agrega que a medida que se prolonga la exposición de los textiles se generan lixiviados químicos nocivos que contienen concentraciones altas de contaminantes orgánicos, metales pesados y nitrógeno amoniacal, “sin contar los contaminantes del aire”.
Más contaminante que el petróleo y el transporte aéreo
Los daños que la moda hace al planeta no se resumen a estas citaciones, sino que su impacto en el medioambiente va desde el inicio de su proceso de producción, posicionándose como la segunda industria más contaminante del mundo, luego del petróleo, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Esta clasificación se la atribuye por ser una de las más consumidoras de agua y que en su fabricación aplican cientos de litros de agentes químicos (incluso cancerígenos, según estudios), además produce alrededor del 10% de las emisiones globales de carbono y hay materiales que requieren de muchos pesticidas para su producción.
Los colorantes aplicados a la ropa son unos de los factores más preocupantes; sin embargo, estudios calculan que de este elemento se utilizan cientos de toneladas anuales.
Villamil reseña además que lo más perjudicial de ellos son sus sustancias oxidantes, el color persistente y la alcalinidad, elementos que generan una solución compleja de sustancias de ácidos que durante su producción terminan en aguas residuales.
Pero no solo en la fabricación se liberan las sustancias químicas peligrosas usadas. La organización Greenpeace resalta que podrían liberarse en cualquier momento del ciclo de vida de un artículo y terminar vertido, como sucede habitualmente, en ríos, mares y lagos.
Esto implica que hasta después de lista la pieza, con lavarla o una vez gastada y depositada en un vertedero puede desprender sus nocivos elementos químicos.
Aun siendo expuesto lo costoso que resulta para el medioambiente todo esto, el 73% de los materiales que entran a la industria terminan en vertederos o incinerados, según datos del informe «Una nueva economía textil: Rediseñando el futuro de la Moda», de la Fundación Ellen MacArthur y publicado en 2017.
A través de los años los números de textiles en vertederos han ido aumentando gracias al auge del fast fashion o moda rápida, cuya principal característica ha sido el gran aumento en la cantidad de ropa producida y desechada, ropa que más adelante es enviada al país en pacas.
A continuación se presenta una infografía en la que se explica qué es la moda rápida y cómo afecta al planeta. Si no puede visualizarla, haga click en este enlace.
“La moda rápida nos ha llevado a una economía de usar, vestir y tirar”, acota la abogada y experta en derecho ambiental Nathalie de Peña, quien explica que durante los últimos años se ha presentado este modelo de negocio impulsado por un esquema de globalización.
A continuación se presenta una infografía con las estadísticas internacionales de la industria de la moda. Si no puede visualizarla, haga click en este enlace.
Aunque los datos parecen ser lejanos, la realidad es que, según Nathalie de Peña, el impacto medioambiental en la media isla es una pequeña muestra de cómo se está afectando el planeta, “un efecto espejo”.
¿De dónde vienen los textiles que llegan a los vertederos?
El sector principal de las zonas francas dominicanas es el de fabricación de productos textiles, pero en el país no existen empresas que se dediquen a la creación o producción de la materia prima necesaria para ello, como lo son el algodón, poliéster, nylon, lycra, entre otras.
La Dirección de Inteligencia de Mercados de ProDominicana publicó en octubre de 2021 un estudio acerca de la situación de la industria de la moda en República Dominicana, en el que se reseña que las empresas dominicanas compran sus telas y materiales en tiendas nacionales que importan la materia prima desde el exterior.
La mayoría de comercios la compra directamente en Estados Unidos, Colombia, Panamá, El Salvador, Canadá y China. De este último país, ubicado en el continente asiático, proviene un 17.50% de las importaciones a República Dominicana, ocupando el segundo puesto después de Estados Unidos.
De ese porcentaje, el 4.2% de los artículos eran prendas confeccionadas (calzados y textiles) y hasta los patrones para prendas de vestir (la tercera mercancía de las principales importadas desde China), según el Anuario de Comercio Exterior, publicado en 2021 por el Ministerio de Economía y la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).
A continuación se presenta una infografía con los tipos de textiles y materiales utilizados en el país. Si no puede visualizarla, haga click en este enlace.
Estos textiles son importados para luego ser utilizados en la creación masiva de pantalones, uniformes de colegio, entre otros, en las zonas francas, donde las prendas de vestir se incluyen entre las principales industrias de exportación que operan.
Las estadísticas del Consejo Nacional de Zonas Francas establecen que un 17.8% de ellas están dedicadas a la manufactura de textiles y prendas de vestir y un 5.6% a los calzados.
Los residuos textiles generados por estas empresas mensualmente son aproximadamente unos 400,322.5 kilogramos y, según datos de la Dirección General de Aduanas, son llevados al vertedero de San Pedro de Macorís acompañados de un celador.
Las piezas de ropa, intactas o en picadillos, son compactadas en un relleno sanitario y se tapa con tierra.
¿A dónde va la ropa que no se vende?
No todas hacen lo mismo. Aunque se reservaron los nombres, hay empresas y zonas francas que se han contactado con los creadores de Moda Sostenible RD para entregarles sus desechos y darles nuevos usos, acción que destacan puede ser replicada por otras entidades.
Esa ropa puede además ser suplida para este tipo de mercados, explica el también ex coordinador ejecutivo de Competitividad, Houston Ramos, lo que implicaría un menor impacto ambiental a nivel logístico y con mayor nivel de curación.
Pero esto lo hacen empresas con equipos conscientes del daño que pueden provocar y que buscan una forma de ser más sostenibles. No pasa lo mismo con aquellos grupos minoritarios que se dedican a la producción no masiva y que, en su mayoría, han aprendido sobre el oficio de la confección textil de forma empírica.
En el segundo nivel del mercado modelo de San Cristóbal se puede constatar esto último. Allí, en un mismo pasillo se pueden encontrar hasta más de dos sastrerías.
En medio de la confección caen al piso yardas de tela picoteada o rayada con medidas. De igual forma, sobre largas mesas se extienden decenas de retazos de distintas telas y tamaños.
Al conversar con los empleados y los propietarios de cada local, confiesan todos que sus residuos terminan en fundas de basura que luego son llevadas a vertederos y el común denominador es la ignorancia acerca del impacto de esta acción en el medioambiente.
La diversidad de creaciones que pueden surgir de una mente innovadora a partir de apenas un trozo de textil restante es extensa, aunque algunos prefieren no arriesgarse a las limitaciones que se presentan en el país para desarrollar las distintas formas de moda sostenible que se ejecutan, mientras otros simplemente las desconocen.