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miércoles, noviembre 27, 2024

Un fiel creyente en la educación

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Las dos actividades en que mejor canalizó sus inquietudes fueron la masonería y la enseñanza. La masonería era su vida. Como venía de origen tan humilde, puso énfasis en ayudar a otros a que lograran la educación que a él le costó tanto trabajo”.
Mary Fernández Rodríguez emitió esas consideraciones sobre su padre, Jaime Manuel Fernández González, quien, a pesar de ser recordado principalmente como político, murió “desilusionado” de esa actividad y se refugió en sus cátedras universitarias. Tampoco fue balaguerista, a pesar de haber servido durante el gobierno de Joaquín Balaguer. “No comulgaba con las prácticas corruptas y violentas de Balaguer, entendía que mantenía al pueblo en la ignorancia y, como fiel creyente en la educación, consideraba que ese comportamiento iba contra sus principios”, expresó.
Mary estudió derecho, como su padre y lo ejerce en una de las firmas de abogados más grandes del país, de la cual es socia. Es la única hija del matrimonio de Jaime Manuel con María Rodríguez López (Cucha) de las primeras licenciadas en ciencias químicas y farmacia que, con su laboratorio clínico y ofreciendo este servicio en el Laboratorio Nacional y en una empresa privada, era prácticamente el sostén económico de la familia. Como Fernández era incorruptible e insobornable, no acumuló riquezas.
Al final de sus días “se dio cuenta de que para llegar a ser un político de éxito había que hacer cosas para las que no estaba dispuesto”, significa Mary.
La hija narra la modesta infancia de su padre, sus trabajos tempranos, estudios, vocación de servicio, preocupación por los pobres y las continuas expresiones de admiración y gratitud que recibe de exalumnos, tanto de la enseñanza secundaria como universitaria. Masones y odfelos le testimonian el respeto que inspiraba.
“Ocupó el cargo más alto de la masonería dominicana: Gran Maestro de la Gran Logia de la República Dominicana. Fue, además, presidente de la Confederación Masónica Interamericana, primer nativo en ostentar esa posición. Era muy sociable, quizá fue una manera de tener, hasta cierto punto, una familia. Sus padres habían fallecido…”.
Mary conserva todos sus documentos de identidad, fotos de su vida familiar y pública y dos volúmenes que son joyas. Sus cátedras, “Lecciones de Derecho Internacional Privado”, versión taquigráfica de Víctor Máximo Charles Dunlop, y su tesis, “Formas de adquirir la nacionalidad. Consideraciones acerca de la legislación vigente en la República Dominicana 1952-1953”.
Recientemente se publicó en esta sección un reportaje sobre el distinguido maestro en el que no se trataron con exactitud aspectos de su actuación política ni se incluyeron importantes facetas de su historia personal.
Jaime Manuel Fernández fue reconocido en 2001 designando con su nombre una calle de Arroyo Hondo.
En La Vega. Nació en La Vega, hijo de Uladislao Fernández Lara y Manuela González Ramos. El padre tuvo considerable cantidad de hijos en diferentes uniones por lo que este tuvo hermanos prácticamente de su misma edad. A casi todos los bautizaba Jaime Manuel.
Estando muy pequeño falleció su madre y lo educó Cruz Morillo López, quien estaba casada con uno de sus hermanos. “Mamá Cruz” lo acogió como suyo, lo que no impidió que trabajara a destiempo.
“Vivía muy orgulloso de haber cursado dos bachilleratos, el de filosofía y letras y el de ciencias físicas y matemáticas”, cuenta Mary. Pero a pesar de su vocación por el estudio, debió posponer su ingreso a la universidad. A los 16 años ya era profesor de la escuela “Federico García Godoy”, de la que pronto fue nombrado director. Desde esa posición alentó en los estudiantes el amor por los estudios y por la práctica deportiva. Mary conserva fotos suyas con los equipos escolares. Años más tarde fue vicepresidente del Comité Olímpico Dominicano.
“Estudió taquigrafía parlamentaria, que ejerció, y antes de ir a la universidad ya era masón. Es a los 33 años cuando se gradúa doctor en Derecho en la Universidad de Santo Domingo, summa cum laude”.
Obras sociales. Se unió a “Shriners International” y ayudó a cientos de niños que precisaban cirugías fuera del país.
“Consiguió terrenos en Villa Faro y construyó el “Hogar masónico”, para niños huérfanos. Luego creó el Instituto Masónico, en la calle Arzobispo Portes”.
Mary lo describe conciliador también en el hogar. “No era polémico, le buscaba una solución a todo. Mamá era la de la disciplina y papá el cariñoso, sufrió mucho en la vida pública porque pensaba que las otras personas iban a reaccionar como él y recibió grandes desengaños, los propios de un político íntegro. No nos faltó dinero, pero nunca nos sobró. Me fui a cursar maestría con una beca”.
Jaime Manuel nunca produjo dinero ni como abogado ni como político, cuenta. Doña Cucha le reclamaba que los tres mil pesos que ganaba en la cancillería se le iban en flores que enviaba a las embajadas, en fechas patrias.
“Me dejó como ejemplo su honestidad, su integridad, el trabajo tesonero y la obligación de devolver a la sociedad algo de lo tanto que hemos recibido”. Mary dedica la mitad de su tiempo a la educación y a promover los derechos de igualdad de la mujer.
Jaime Manuel Fernández falleció el 5 de septiembre de 1988, a consecuencia de un cáncer en el cerebro.

“Cátedras de vida”

“Otro de sus grandes orgullos fue haber obtenido la cátedra universitaria por oposición”, manifiesta Mary. Agrega que sus exdiscípulos le hablan bien no solo del maestro, “sino que me dicen que él les daba cátedras de vida”.
Añade que su padre era “altruista y optimista y siempre aspiraba a tener un país mejor”.
Casó con doña Cucha el 22 de noviembre de 1956. Residieron en la calle “Elvira de Mendoza”, en Gascue. Se empleó a fondo en la educación de su hija, hasta el extremo de cambiarla, del colegio privado bilingüe donde la inscribió originalmente, a las escuelas públicas “Paraguay” y “Estados Unidos” “para atraerme más a la cultura dominicana y a la realidad social del país, porque creía que yo me estaba “americanizando mucho”.
Tras haber ocupado la secretaría de la Liga Municipal Dominicana, Fernández González ingresó a la política partidista, en 1966. En 1965, sin embargo, “ingresaba a Ciudad Nueva a llevar comida a los constitucionalistas”.
Al concluir la Revolución de Abril, Héctor García Godoy lo designó Secretario Administrativo de la Presidencia. “A papá le pasaban los millones por delante, y nunca hizo mal uso de esos recursos”. Expresa que la familia nunca fue pobre, “acomodada, pero con mucho trabajo”.
Ingresó al Movimiento de Conciliación Nacional, que dirigía García Godoy y al fallecer este pasó a ocupar la presidencia y dirigió la campaña electoral. “También manejó mucho dinero” y no se corrompió. Durante el balaguerato fue ministro de Relaciones Exteriores y Superintendente de Bancos, por acuerdos entre partidos.

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