Según cifras de la organización Mundial de la Salud, cada 40 segundos se suicida una persona.
La depresión es una de la condiciones más comunes en los casos de intentos de suicidio; pero no todos aquellos que han intentado suicidarse están o estuvieron deprimidos; trastornos como la esquizofrenia también pudiera estar presente en estos casos, por ejemplo.
Hay muchas más personas que padecen de depresión de las que no nos imaginamos que luchan esta batalla en silencio.
Es tan común que muchas personas lo usan de forma coloquial (“estoy en depre”) para describir sentir un bajón o tristeza. Pero la depresión va mas allá de sentirnos tristes.
Para algunos se siente como una tristeza profunda, de tiempo prolongado, que consume y nubla todo lo positivo que puede haber en sus vidas.
También se manifiesta como apatía, desconexión, baja energía, desmotivación y pérdida de ganas de hacer cosas que antes disfrutaban, aunque en otros se manifiesta con irritabilidad, excesos.
En un intento por ayudar a sus seres queridos, los amigos y familiares incitan a la persona a “poner de su parte” y se pueden sentir frustrados al sentir a la persona anclada e inmóvil.
Para la persona deprimida, el no poder hacer nada para “ayudarse” es mucho más frustrante.
Porque no estamos hablando de un bajón, un estado de ánimo. Estamos hablando de un desbalance químico en los casos clínicos, de una tristeza prolongada, que consume y hace que la persona se pierda a sí misma.
La depresión es una enfermedad que hace a la persona sentirse aislada, desconectada, y sí, muy triste.
Esta palabra, “suicidio” a muchos puede dar miedo o rabia- es difícil para una persona con un estado emocional y mental saludable imaginarse quitarse la vida.
Es ahí cuando necesitamos más comprensión, más acompañamiento. Es tiempo de que brindemos el mismo cuidado y entendimiento a las personas que sufren de una enfermedad mental como mostramos a las personas que tienen una enfermedad física.
¿Cómo podemos ayudar? A veces el mejor regalo que le puedes dar a alguien es simplemente escucharlo, y sin juicio. A tus seres queridos, dejarles saber que los quieres y que valen mucho sin importar en que condición están en el momento.
Puedes preguntarle a la persona qué necesita, cómo le gustaría que la acompañes- y respetar su integridad como persona.
Nunca ignores las amenazas de suicidios entendiendo que es un melodrama de la persona, no invalides sus sentimientos, frases como “eso no es nada, no exageres”, “no vas a resolver nada llorando”, si te sientes preocupado, puedes pedirle que haga una cita con un profesional de la salud mental y si quieres, puedes ofrecer acompañarlo. Demuéstrale una y otra vez que no está solo/a.
Uno de los peores enemigos a vencer en el tema del suicidio es su invisibilidad, y el estigma que envuelve los problemas mentales, que hace que la persona, muchas veces, no sienta la fuerza y no encuentre el calor que le permita pedir ayuda.
Mitos y realidades sobre el suicidio
1-“Quien se suicida quiere matarse”. Falso. Nadie quiere morir y menos matarse, quiere dejar de sufrir. Nadie que es feliz se suicida.
2-“Quien lo hace no lo dice y quien lo dice no lo hace”. Falso. Muchos suicidios están precedidos por señales.
3- “Hablar más del tema provocará más suicidios”. Falso. Estar informados, que familiares y pacientes se sientan comprendidos y ayudados, y que el tema permita la toma de conciencia previene el intento suicida.
4-“Todo el que se suicida está deprimido”. Aunque toda persona deprimida tiene posibilidades de realizar un intento de suicidio o un suicidio, no todos los que lo hacen presentan cuadros depresivos. Pueden padecer esquizofrenia, alcoholismo, etc.