Hace siete años, a las puertas del bar Aparkao de Badalona, en España, a Monkey Black le robaron sus sueños de varias puñaladas. Mientras Vicente lo inmovilizaba, Elías le clavó la primera, pero cuando el rapero dominicano malherido ya se marchaba se le acercó por la espalda y lo remató, clavándole nueve cuchilladas más.
Lo de Monkey fue un asesinato con premeditación y alevosía porque el intérprete de «El sol y la playa» no tuvo posibilidad de defenderse. Como tampoco pudo hacerlo de sus supuestos amigos. Y así lo mataron dos veces.
A muchos tomó por sorpresa la muerte de Monkey Black, el 30 de abril de 2014. Confieso que a mí no. ¿Por qué? Porque el primer recuerdo que tengo de «El Mono», como muchos le decían, es entrando a un «party» diciendo: – Vamo´ a entrale a trompá, aquí hoy se muere uno! Esa era una de las formas en la que llamaba la atención. Él era de esas personas que caen o muy bien o muy mal.
Su pegada musical fue luego de un camino recorrido previo. El tema «El sol y la playa» fue un fenómeno inmediato. Desde el momento en que sonó por primera vez en la emisora capitañeña Kiss 94.9 FM, que era la cuna de los raperos de ese entonces, no pararon las peticiones telefónicas y en menos de una semana ya era un hit nacional.
Esa pegada no fue fortuita, ya que Monkey Black venía amasando una base de fans desde hacía años, de la mano de Lápiz Consciente, quien era loco con Monkey Black por sus ocurrencias y de su forma peculiar de comportarse, que es en lo que me quiero centrar.
Los detractores de la música urbana podrán hablar de casos como Luis -el Terror- Días, Juan Luis Guerra y Roy Tavaré, que dentro de su genialidad eran considerados «locos» En el caso de Juan Luis Guerra «bobolón» porque entre la locura y la genialidad existe una brecha muy pequeña.
Monkey Black tenía esa dualidad. No era normal, en un sentido. Creció en un hogar disfuncional y tenía una vida desorganizada e indisciplinada. Para él era normal entrar y pedir un pica pollo e irse corriendo sin pagar.
Hay que decirlo claro, en esos tiempos el negocio era distinto. El artista urbano no generaba lo que se creía o lo que nos hacían creer y aunque «El Mono» generó mucho dinero, también hay que decir que en esos momentos también existían «los tiburones del negocio», para quienes ocultar entradas de dinero fruto de las regalías era fácil.
Y aunque los canales de YouTube no generaban tanto dinero, era la entrada fija que tenían muchos artistas para poder mantenerse.
Monkey no percibía un peso de su canal, el cual desapareció antes de su partida física en 2014 en San Adrián de Besós, España, donde murió de forma violenta.
Ese dato de su desaparición de su canal nadie lo resaltó, nadie lo comentó, ¿será porque quien manejaba su canal, tenía y aún tiene mucho poder?
Esto fue una de las injusticias de las cuales fue víctima, ya que para nadie es un secreto que Monkey Black estaba en desgracia, en miseria, que hasta tuvo que emplearse, y que si hubiera tenido ese dinerito de YouTube tengan por seguro que no hubiera tenido que hacerlo.
No estoy juzgando al «Mono», solo resalto que gracias a su indisciplina, a los múltiples contratos firmados, que le dejaban un porcentaje muy bajo de ganancia, que gracias a que se quedo ilegal en Europa, pero principalmente gracias a que de niño careció de una protección y crianza correcta, Leonardo Michael Flores Osuna murió dos veces.
Primero lo asesinaron los que se apropiaron de sus regalías, los que borraron su canal de YouTube, los que lo llamaban y lo amenazaban, los que se aprovecharon de su inexpertis, los que solo perseguían su fama, los que le ofrecían villas y castillas para que volviera a República Dominicana, pero no se preocupaban por la depresión que lo ofuscaba y si bien él era una persona difícil, se supone que la familia y amigos deben tener un papel fundamental en esos momentos de desgracia, a pesar de tu forma de ser.
Otros asesinos. Ese fatídico día en que atacaron a Monkey él no tuvo posibilidad de defenderse de de sus asesinos. Tampoco tuvo posibilidades hacerlo de quienes violentaron sus derechos como autor, los que se quedaron con sus regalías, los que borraron su canal de YouTube, que de momento están simulando dolor. Por su paz, también hay quienes sentimos y lloramos verdaderamente la muerte de nuestro amado Monkey Black.