Siete años de trabajo, siete meses de viaje por el espacio y casi siete minutos de angustia: la sonda estadounidense InSight se apresta finalmente a tocar el lunes la superficie de Marte mediante una muy arriesgada maniobra de aterrizaje.
Y los ingenieros de la NASA que siguen la operación desde la Tierra no pueden hacer otra cosa que cruzar los dedos: desde la entrada a la atmósfera marciana -con sus respectivas tempestades- hasta el contacto de sus pies con la roca, todo ha sido programado con horas de antelación.
Más cruel aún es que la señal que indicará que InSight está sana y salva sobre la superficie marciana tardará ocho minutos en llegar al centro de control de la misión, situado en Pasadena, California.
“Con Marte nada está nunca asegurado. Marte es difícil”, resumió el domingo Thomas Zurbuchen, jefe de la sección científica de la NASA, que ha aprobado esta misión de casi 1.000 millones de dólares para estudiar las entrañas del planeta rojo.
Es la primera vez desde 2012 que un artefacto intenta posarse sobre Marte, después de que lo hiciera el vehículo Curiosity de la NASA, el único actualmente activo en la superficie del planeta rojo.
Solo Estados Unidos ha logrado colocar artefactos allí, invirtiendo en estas misiones con el objetivo de preparar una futura incursión con exploradores humanos para la década de 2030. Pero más de la mitad de los 43 intentos por llevar a Marte robots, satélites u otros -ejecutados por agencias espaciales de todo el mundo- han fallado.
InSight debe entrar en la atmósfera de Marte a las 19H47 GMT, de forma oblicua para evitar volar en pedazos.
El solo roce con la atmósfera hará que la temperatura aumente rápidamente hasta los 1.500 °C, pero la sonda está preparada con un escudo térmico reforzado para tolerar el impacto.
La sonda se desplazará entonces a unos 20.000 km/h, entre tres y cuatro veces más rápido que una bala de fusil, y tiene como objetivo alcanzar un área rectangular de unos 10 km por 24 km. Después de haber partido de un punto de la Tierra, a 480 millones de kilómetros de allí, “es como marcar un gol a 130.000 kilómetros de distancia”, destaca la NASA.
Cuatro minutos y un centenar de kilómetros más allá, un paracaídas se abrirá automáticamente, frenando de manera brutal el descenso. Después, una vez desplegado el escudo térmico, el aparato abrirá sus tres pies y el paracaídas se desprenderá.
“Estaremos en caída libre por un breve momento, algo que es absolutamente terrorífico de pensar para mí”, dijo Tom Hoffman, jefe del proyecto InSight para la NASA.
La sonda encenderá rápidamente sus 12 retrocohetes que enlentecerán a unos 8 km/h el descenso del aparato, que entonces no pesará más de 365 kg.
A las 19H54 GMT, casi siete minutos tras su primer contacto con la atmósfera, InSight debería finalmente “amartizar”.
Durante ese lapso, bautizado como “los seis minutos y medio del terror” por algunos, nada ni nadie podría asistir al InSight para corregir su trayectoria o remediar algún fallo.
“Estoy completamente relajado, pero al mismo tiempo completamente nervioso”, aseguró Hoffman.
“Hemos hecho todo lo posible para asegurarnos del éxito de la misión, pero nunca se sabe lo que pueda pasar”, explicó, al reconocer que no ha “podido dormir muy bien” últimamente.
El ingeniero y sus colegas, entre ellos numerosos científicos europeos que han contribuido con los instrumentos de punta que viajan a bordo de InSight, deberán esperar hasta las 20H01 GMT para recibir la primera señal enviada por la sonda. Solo allí podrán estar seguros de que está intacta y bien estabilizada sobre sus tres pies.
InSight desplegará después, lentamente, los paneles solares que alimentarán sus instrumentos. En adelante le espera un muy cargado programa de trabajo.
Deberá escuchar y escrutar el interior de Marte para intentar develar los misterios de su formación, hace miles de millones de años. Conocimientos que podrían permitir posteriormente comprender mejor la formación de la Tierra, el único planeta rocoso del que se ha estudiado realmente su interior.
InSight está dotada de un sismómetro de concepción francesa, SEIS, que será posado directamente sobre el suelo marciano y escuchará sus más mínimas vibraciones: ondas de choque de meteoritos, movimientos de tierra, crujidos de estratos rocosos, incluso puede ser que movimientos de magma profundos…
Otro instrumento destacable, de origen alemán, es el HP3, que deberá excavar entre 3 a 5 metros la superficie de Marte para tomar su temperatura.
Mientras que los sensores de vientos de la nave son de diseño español.