Debido a la crisis político-institucional que ha venido atravesando Haití, la cual se agravó con el magnicidio de su Presidente, Jovenel Moise, a lo que también hay que añadirle las acciones vandálicas de los grupos armados, quienes han tomado el control, no se le puede llamar país, por lo que solo hablaremos de un territorio.
Reconocemos el derecho que tiene cada país a su libre determinación, pero como ya dijimos, a Haití no se le puede calificar como tal, y partiendo de esa amarga realidad, tenemos que plantear la intervención de ese territorio, como única salida para lograr su estabilidad y que se pueda volver al orden.
Pero no solo estamos hablando de una intervención militar, estamos hablando de una asistencia económica transparente, que comience a surcar el desarrollo sostenible, lo que incluiría una atención especial a la salud, la educación y la formación, en este último caso, un plan de carreras y cursos técnicos.
Recientemente los presidentes de Costa Rica, Panamá y República Dominicana, se reunieron y llamaron a la comunidad internacional para que ayude a Haití, y ahora lo acaba de hacer el Papa Francisco.
Pero hay que expresar que ellos no son los primeros, ha sido un discurso de la propia comunidad internacional y de una buena parte de la opinión pública mundial.
Pero lo lamentable y cuestionable de todo esto es que solo se ha quedado en el discurso, y las ejecuciones han sido muy tímidas, por no decir nulas.
Es tiempo de que la comunidad internacional deje el discurso atrás y proceda, pero ya, con urgencia, a favor de Haití, y la mejor oportunidad es en este momento, en medio de la grave crisis que vive ese territorio habitado por unos 12 millones de personas, donde más de un 90 por ciento apenas sobrevive.-