Dominados por un estrés financiero constante, perturbador, extenuante, se resiente la salud de deudores y deudoras, presas de un endeudamiento que obnubila la mente e induce a un errado manejo de la deuda, acentuando sus nocivos efectos sicoemocionales y conductuales.
Las preocupaciones financieras conducen a estados crecientes de tensión y ansiedad, desencadenan emociones negativas que al somatizarse generan daños mentales y fisiológicos, traducidos a la postre en gastritis o hipertensión, en afecciones que derivan de su impacto negativo en el sistema inmunológico.
Existe una correlación entre depresión y sobreendeudamiento, uno de los factores más influyentes en el desarrollo de trastornos mentales comunes, a los que en muchos casos sobreviene una crisis familiar y el fracaso en el trabajo.
Las secuelas son severas en deudores sometidos a un persistente cobro compulsivo, en individuos con alto sentido de responsabilidad angustiados por deudas originadas en una enfermedad u otros imprevistos. Sufren insomnio, falta de concentración, los acosan pensamientos obsesivos sobre los pagos pendientes.
Jóvenes consumistas. Entre los altamente endeudados abundan jóvenes, varones y hembras, profesionales en los inicios de su etapa laboral, sobre todo aquellos en quienes el bombardeo publicitario induce a compras compulsivas, a un gasto excesivo y, por ende, a un endeudamiento crónico, progresivo.
El gasto incontrolado los mantiene cautivos, presas de gran disfunción económica, asociada a una conducta hedonista, al hiperconsumismo, en grado tal que en algunos adquiere una condición patológica.
Las instituciones financieras tiran el anzuelo hacia esta población joven, más vulnerable por su inexperiencia y al estar inmersa en una cultura consumista fomentada a cada paso. Y los atrapan. Les ofertan tarjetas de crédito con las que buscan saciar sus ansias desmedidas de diversión, de estar a la moda en su atuendo y al día en la tecnología.
Tarjetazo tras tarjetazo, las cuentas crecen hasta que las presiones del cobro les generan trastornos conductuales, comportamientos violentos, la búsqueda de escapes en el alcohol o las drogas, haciéndolos más propensos a la ansiedad y depresión.
Deuda y adicción. La espiral de deudas se eleva con esos comportamientos aditivos que inducen a tomar préstamos para saciar el vicio: drogadicción, alcoholismo, tecnoadicción o la ludopatía, la inclinación patológica a juegos de azar.
Existe un vínculo entre el endeudamiento y esas adicciones, sobre todo con los que recurrentemente juegan en casinos donde prestamistas aguardan a sus presas, jóvenes y adultos, entre quienes hay casos dramáticos, experiencias devastadoras que han llevado ruina y dolor a familias dominicanas, personas que perdieron fortunas, la casa, todo su patrimonio, la autoestima.
Leve o crítico. Siempre hay algún grado de estrés asociado al endeudamiento. Sin embargo, será la cuantía de la deuda, los atrasos en el pago, la personalidad y capacidad del individuo para enfrentar la situación lo que determinará que el impacto en la salud mental sea benigno o se torne crítico.
Hay quienes logran manejar el estrés financiero sin lesiones severas, pero en otras personas esas tensiones se convierten en una carga abrumadora, paralizante, causa de sufrimientos, de graves problemas para el deudor y su familia, llegando a arruinar su vida.
Al tocar las presiones del cobro a un punto de alta tensión, domina al deudor una presión insoportable, que en individuos de poco autodominio causa estragos, hacen reventar la paciencia y desatar el encono, encienden una ira que contamina el hogar y lleva a una desesperación enloquecedora o depresora del ánimo que ha conducido al suicidio, fricciones en parejas, divorcio.
Se entrelazan. La salud mental y física se entrelazan. Estudios demuestran que además de los problemas socioemocionales y mentales, los más endeudados tienen probabilidad de presentar trastornos fisiológicos.
Especialistas coinciden en que un estrés mal manejado puede derivar en afecciones digestivas, úlceras, lumbago, tensión muscular, en un aumento clínicamente significativo de la presión arterial, lo que se asocia con mayor riesgo de sufrir accidentes cardíacos y cerebrovasculares.
Un alto endeudamiento crea estados de tensión y, si se mantiene, la persona lo vive como una amenaza y el organismo responde liberando hormonas como adrenalina, noradrenalina y cortisol, ocasionando una redistribución de la sangre que explica patologías que luego se manifiestan.
El flujo sanguíneo se dirige a los músculos y al cerebro, se producen contracturas y tensiones musculares, dolor de cabeza, migraña. La sangre se retira de los intestinos y puede causar estreñimiento, meteorismo, colon irritable.
Efecto Inmune. La adrenalina y el cortisol también estimulan los glóbulos blancos de la sangre y éstos producen citokinas, sustancias que causan inflamación en todo el organismo, pudiendo presentar una fibromialgia.
En el organismo se empiezan a producir anticuerpos inútiles que generalmente lo atacan y derivan en dolores articulares y otras enfermedades.
En cambio, dejan de generarse anticuerpos necesarios y, al no tener las defensas adecuadas, se podría contraer amigdalitis o bronquitis. El estrés crónico también eleva el nivel de colesterol y glucosa en la sangre, favoreciendo la diabetes.
Existe el agravante de que al permanecer estresadas por el cúmulo de deudas, las personas tienden a descuidar la salud. Desatienden citas médicas, evitan gastar en medicamentos. Pero, si además de estar sometidas a fuertes tensiones no se cuida, el estrés financiero afectará su salud con mayores estragos.
Deudor compulsivo, nociva adicción
En el campo de los comportamientos aditivos aparece una condición patológica manifestada fundamentalmente en jóvenes, aunque también en adultos, con deseos incontrolables de gastar, de consumir sin mesura.
Son compradoras y compradores compulsivos que agotan sus disponibilidades financieras, convirtiéndose, a su vez, en deudores compulsivos, para quienes la deuda es como el alcohol para el alcohólico, confrontando una similar dolencia mental.
El consumo descontrolado y, consecuentemente, el endeudamiento excesivo, lleva a una disfunción que, de no manejarse correctamente, conduce a la depresión, al divorcio y hasta el suicidio, tal como se advierte en Deudores Anónimos.
Se trata de una condición anómala en la que generalmente existe un vacío existencial, que los induce a comprar cosas innecesarias de manera recurrente y sin límites, con frecuencia con dinero que no tienen, hasta llegar al sobreendeudamiento. Dañan su historial financiero y muchas veces pierden el trabajo, el sosiego personal y el de su familia.
Dado que el endeudamiento que es producto de esa conducta genera gran ansiedad, se traduce en dificultades para manejar el día a día, surgen disputas familiares, problemas laborales y sociales.
Al responder de forma inadaptada a sus niveles de estrés, suelen aumentar o caer en el tabaquismo, comen con ansiedad, se inclinan por juegos compulsivos, inclusive en el uso y abuso de alcohol, marihuana, cocaína y estimulantes, con lo que se ocasionan más daños neurobiológicos, cerebrales, sicoemocionales y conductuales. Entre la adicciones que conducen al sobreendeudamiento, figuran también la sexualidad desenfrenada y la tecnoadicción.
1. Deuda más estresante
El foco de inquietud radica en los préstamos de consumo, los más estresantes. Y es que la asociación entre deuda y síntomas depresivos suele ser impulsada por ese tipo de créditos. Las deudas hipotecarias no estresan tanto, el deudor paga por un activo que será suyo.
3. Cambios terapéuticos
Para evitar que las personas estresadas enfermen, especialistas recomiendan cambios terapéuticos en su estilo de vida, un tratamiento sicofarmacológico para mejorar los síntomas, y ayudar a cambiar comportamientos nocivos.
4. Terapias alternativas
Una persona estresada puede beneficiarse de ejercicios de relajación, meditación y otras terapias alternativas. Conviene hacer ejercicio físico regular, permite relajar la musculatura y eliminar el exceso de adrenalina. Se aconseja consumir pocos carbohidratos y grasas saturadas, porque con el estrés se absorben en forma excesiva, lo que aumenta la glucosa y el colesterol en la sangre y se favorece la diabetes e infartos al corazón.