Al amor lo han definido como una fuerza de la naturaleza. Es el motor que todo lo mueve o la conexión con lo divino, pero para el resto es pura alegría, mariposas en el estómago o una droga.
Y es quizás el llamarlo una droga el acercamiento más preciso cuando vemos el amor desde el punto de vista de las neurociencias, dice el doctor Luis Geraldino, del Grupo Profesional Psicológicamente, dice que en el año 2005 la bióloga y antropóloga Helen Fisher analizó las imágenes cerebrales (resonancias magnéticas funcionales) de cerca de 2,500 estudiantes universitarios.
Refiere que las imágenes fueron tomadas al momento en que estos observaban fotografías de personas a las que ‘amaban’’; las mismas fueron comparadas con otro grupo, expuesto a imágenes de conocidos sin mayor relevancia emocional. En los resultados se encontró que el grupo que fue expuesto a fotografías de personas amadas presentaban mayor activación cerebral en regiones ricas en dopamina, un neurotransmisor comúnmente asociado con las sensaciones de felicidad y bienestar.
En definitiva, toda una maquinaria cerebral parece responder y activarse en respuesta a un silente cúpido denominado dopamina, considera el especialista al tratar el tema a propósito de ser febrero el Mes del Amor y la Amistad.
Conociendo el amor desde otra óptica
Otra sustancia liberada por el cerebro en estos momentos es la feniletilamina, que actúa sobre el sistema límbico y genera sensaciones y sentimientos comunes en el enamoramiento, además de que es un precursor de la dopamina, de ahí que esta última también se encuentre en grandes cantidades, explica Luis Geraldino.
Una pequeña modificación química puede hacer que se transforme y actúe como un estimulante o un antidepresivo. La feniletilamina puede encontrarse también en alimentos como el chocolate y quesos fermentados. Según Helen Fisher, es por ello por lo que el amor romántico es, al igual que el chocolate, adictivo.
En particular llama la atención la activación del núcleo caudado (un área primitiva que forma parte de lo que se conoce como el cerebro de los reptiles, debido a que esta región evolucionó mucho antes de la proliferación de los mamíferos, hace unos sesenta y cinco millones de años), una región relacionada a la recompensa, comportamiento social y los procesos de detección e integración de las experiencias adquiridas por los sentidos.
El amor viaja del corazón al cerebro
Para el neurofisiología mexicano, Eduardo Calixto, el estímulo de este neurotransmisor inicia luego de su secreción secundaria a la presencia de un estímulo. En el caso de los hombres los estímulos visuales generan una mayor respuesta mientras que en las mujeres entran en juego una mayor cantidad de sentidos que van desde el tacto hasta el olfato (detectando feromonas y otros elementos como el complejo mayor de histocompatibilidad), factores que son tomados en cuenta antes de elegir una pareja.
Así lo recrea el doctor Luis Geraldino, del Grupo Profesional Psicológicamente, quien dice que volviendo a las áreas señaladas por Helen Fisher, se puede ver ver cómo el área segmentada ventral presenta intensos niveles de activación durante el orgasmo sexual, lo que permite que en las mujeres estos sean más duraderos debido a que esta región cerebral puede llegar a ser hasta 70% mayor que en hombres e incluso señalan algunos autores podría explicar la razón por la que las mujeres presentan mayor intensidad en las relaciones emocionales con sus compañeros sexuales.
Jacqueline Olds, terapeuta sexual y profesora de la universidad de Harvard, señala: “Sabemos con certeza cuáles áreas primitivas del cerebro se activan en el amor romántico”. Indica que, al enamorarse, señales químicas asociadas a el circuito de recompense comienzan a circular por nuestro cerebro produciendo toda una serie de respuestas físicas y emocionales que solemos asociar a la idea clásica del amor. Palpitación, sudoración, ruborizacion, pasión y ansiedad.
Una de las primeras reacciones fisiológicas que se producen es el aumento en los niveles de cortisol y disminuyen los niveles de serotonina. Es secundario a este proceso que ocurre, lo que el investigador, Richard Schwartz, de la Universidad de Harvard, describe como “la angustia y nerviosismo que suele aparecer en las primeras etapas del enamoramiento” o las ideas obsesivas que suelen aparecer durante la infatuación.
Al “caer enamorado” el ser humano experimenta una elevación en los niveles de dopamina y una activación de centro neuronales capaz de hacernos experimentar un estado de euforia similar al uso de alcohol o cocaína.
De igual manera entran en acción la oxitocina y la Vasopresina. Ambas hormonas juegan un rol importante durante el embarazo y el desarrollo de las relaciones entre madre e hijos en los primeros años. De manera similar vemos cómo son liberadas durante el acto sexual y durante el contacto piel con piel, lo que permite sentir una sensación de cercanía luego del acto sexual con la pareja, explica Gerónimo.
La oxitocina es denominada como la hormona del amor. Su presencia se asocia a los sentimientos de calma, seguridad e incluso al fortalecimiento de las relaciones interpersonales. Por su parte la vasopresina es señalada por algunos autores como la generadora de las relaciones largas y monógamas. Y es quizás la presencia y niveles de estas hormonas la explicación de por qué las primeras etapas del enamoramiento presentan más pasión mientras que con el tiempo aumenta el apego.
Una verdadera cascada de emociones. En realidad, una explosión de sentimientos tan complejos que son capaces de moldear nuestra capacidad de interactuar con los demás y la manera en que producimos o creamos (canciones, novelas, poemas, pinturas, cuentos y leyendas).
Proceso que sigue
”Cuando fantaseamos con estas situaciones no estamos haciendo más que ensayar mentalmente lo que se siente al recibir la recompensa de la compañía del ser amado, lo que podría producir un tipo de dependencia parecido al que producen ciertas drogas”, sostiene el doctor Luis Gerónimo.
Obviamente, el amor no tiene que ser estudiado solo como una serie de reacciones químicas que se producen en el cerebro. El enamoramiento puede ser antropológica y evolutivamente analizado sin perder la magia y complejidad que nos maravilla.
“La neurociencia detrás del amor nos muestra una de las confusas formas que ha desarrollado la naturaleza para moldearnos”, dice.
El amor escapó de su corazón y se alojó en su cerebro. Su complejidad moldea cómo y porqué amamos como amamos y cómo al estudiar al cerebro realmente se estudia la interpretación más brillante de lo que pueden sentir aquellos que aman y son amados