Chanel se sometió este martes a un «lifting» en la pasarela parisina, donde presentó una colección primavera-verano juvenil y ligera, rica en pantalones cortos, mallas ajustadas, prendas brillantes con tejidos metalizados y falditas de vuelo inspiradas en el cancán francés.
Esta nueva imagen va tomando forma meses después del fallecimiento de Karl Lagerfeld, que dejó un poderoso legado de treinta años de creaciones, heredado ahora por quien fuera su mano derecha, Virginie Viard.
Viard va dejando su huella en un Chanel mucho menos Rococó de lo que acostumbraba el alemán y también menos inclinado hacia el marketing: las modelos desfilaron en su mayoría sin bolsos, no hubo llamativos accesorios ni una joyería exagerada.
Tan solo destacó un pequeño modelo alargado en piel, que parecía concedido para llevar una botella.
La apuesta por el menos es más es la vencedora, según Viard: siluetas más fluidas con vestidos de seda casi transparentes y que se mueven como si se tratase de humo y zapatos planos con una discreta sandalia negra de tacón bajo y pedrería en la parte delantera.
Incluso la confección en «tweed», el tejido estrella de la casa, fue más suave que de costumbre.
Los colores no salieron apenas del negro y el blanco, con algunos toques en rojo, especialmente en una chaqueta larga combinada con mallas negras y un estilismo formado por vaqueros y chaqueta blanca y roja.
El vaquero fue también otra apuesta, abombado en los pantalones y redondeado en una cazadora decorada con volantes de encaje.
Pero que no hubiese accesorios estrella no quiere decir que Viard no vaya a dar a la marca los bombazos comerciales de cada temporada: los pantalones cortos en malla ajustados sobre medias negras, estilo años 60, prometen en convertirse en un éxito, así como los mini en colores metalizados.
Las bermudas en vaquero y los monos, también cortos, en «tweed», transformaron el estilo de Chanel en clave más casual y sensual.
En el fondo, la colección gritaba a los cuatro vientos el carácter de la firma francesa más internacional, posiblemente la única de las altas esferas de la moda que sigue estrechamente vinculada al estilo de las parisinas más de cien años después de su creación.
«C’est le temps de l’amour», cantaba Françoise Hardy en 1964, luciendo ese flequillo recto, ligeramente abierto, a la parisiense, y ese maquillaje natural ligeramente marcado en los ojos que también hoy completó la colección de Chanel en pasarela.
El desfile, en el que se presentó la línea «prêt-à-porter» primavera-verano 2020, se celebró en el Grand Palais, con su emblemático techo acristalado, donde la marca recreó los nostálgicos tejados de los edificios Haussmanianos de París.
Por sus placas desfilaron modelos tan jóvenes que la colección parecía creada para adolescentes.
Entre el elenco destacó Kaia Gerber, la hija de Cindy Crawford que acaba de cumplir 18 años convertida ya en «top», Gigi Hadid, Rebecca Longendyke, Rianne Van Rompaey y otras internacionales, que además de desfilar tuvieron que intervenir cuando la cómica francesa Marie S’Infiltre se coló en el carrusel final vestida al estilo Chanel.
La espontánea logró desfilar con el resto ante la mirada impotente de la seguridad, que no subió a la pasarela para no estropear el espectáculo, por lo que fueron las propias modelos -lideradas por Hadid- las que consiguieron sacarla del escenario.
Chanel pone el broche dorado a la semana de la moda de París, que cerrará sus puertas este martes tras el desfile de Louis Vuitton.