«Argentina, 1985», de Santiago Mitre, narra el juicio de militares argentinos acusados de crímenes y desapariciones contra opositores al régimen, aunque en su inicio tiene aires de comedia.
Aún así la película de Mitre tiene un ritmo, unos chistes, es la clásica película de juzgados, con una primera parte en la que se construye el equipo, se construyen las pruebas y una parte en la que, en el juicio, se discuten las pruebas y el día de la llegan peticiones y sentencias.
Ricardo Darin, el protagonista, es el fiscal a quien se le da la tarea de instruir el caso.
La dictadura militar de siete años en Argentina terminó en 1983.
Durante esos años oscuros, miles de personas fueron secuestradas, torturadas y asesinadas sin el debido proceso legal.
Muchos incluso han desaparecido sin dejar rastro. No obstante, meses después de que se entregó el poder al gobierno civil, los tribunales militares siguen luchando para que los altos mandos militares rindan cuentas.
En cambio, simplemente dice que los crímenes fueron cometidos por subordinados que actuaron por cuenta propia y, de todos modos, las víctimas realmente se lo merecían.
Aunque la decisión tiene una enorme y explosiva fuerza social, los tribunales civiles finalmente pierden la paciencia -y encargan al fiscal jefe Julio Strassera ( Darín) para llevar a los altos mandos militares ante la justicia por crímenes de lesa humanidad.
Solo quedan unos pocos meses para procesar miles de casos y hablar con más testigos potenciales.
Todos los abogados establecidos en la ciudad están muertos, intimidados o son fascistas convencidos, razón por la cual Strassera reunió a un equipo de jóvenes abogados a su alrededor para el juicio más importante en la historia de la nación.
Mitre, habiéndose probado nuevamente en un cine que no teme ser político, encuentra nuevamente a su protagonista ideal en la persona de Ricardo Darín, y orquesta, con la ayuda de Mariano Limas en el guión, una afinada, sólida película, que tanto interesa por la Historia como por las personas que se sitúan frente a ella y que, aun sin saberlo, se ven obligadas a escribir algunas de sus páginas.
Mitre relata un dolor que Argentina aún recuerda bien, recorriendo su proceso: desde el escepticismo inicial de la mayoría, cuando no era negación, hasta el efecto que tuvieron los testimonios de las víctimas y sus familiares en la televisión.
Al traer la historia al presente, porque eso es lo que hace por su propia naturaleza, es decir, al re-presentar, el cine actúa de alguna manera sobre la memoria, contribuyendo a su redefinición colectiva.
No hace falta decir, por tanto, la importancia de contenido de la narración realizada por el autor, quien, no en vano, rodó en los mismos lugares que los hechos rememorados, y persiguiendo en ocasiones una mimesis visual, nunca decorativa sino siempre emotiva, lo que le permitió sembrar el material de repertorio en el cuerpo de la película con mesura y eficacia.
Pero el interés de la historia no va más allá del medio que la acoge, tanto que sería superficial etiquetarla Argentina, 1985 como un producto clásico, firmemente arraigado en el género procesual, en el que la actuación de Ricardo Darín acapara, retribuye y agota la mayor parte de la atención.
Mitre hace mucho más que narrar un proceso a través del cine: mientras tanto, de hecho, narra el cine a través del proceso; su carácter de juego de equipo, las fases de su realización, el tiempo contado, las consultas continuas, las dudas, las iluminaciones fortuitas que forman parte del proceso de concebir y hacer una película.
Y mientras la película sea entre él, su divertida dinámica familiar y su oficina, el ritmo funciona e incluso los trucos son el contrapunto adecuado para un drama que se siente creciente.
Sin embargo, cuando entran en escena los jóvenes del equipo que armará el fiscal para llevar a cabo su labor , la actuación ya no está en manos de dos profesionales como Darín y la actriz que interpreta a su esposa (Alejandra Flechner), sino a los chicos que no tienen mucha profundidad expresiva, la historia transcurre más llanamente y como era de esperar de una película como esta.
Y aunque la intención es muy clara, recordarle al mundo, no solo a los argentinos, el horror del pasado para que no se repita y señalar un faro sobre lo horrendo que pasó en esos años, una película como esta no hace tiene mucho sentido en competición , pero luce muy bien en los cines, donde al público le encantará la historia y el final. Cierto pero retórico.
Además, Santiago Mitre y su coautor Mariano Llinás dan mucho espacio a las historias de las víctimas seleccionadas, en lugar de confiar simplemente en la pura masa en un ritmo entrecortado (después de todo, en el juicio se presentó un destino cruel tras otro durante muchas semanas).
Especialmente el testimonio detallado de una madre ( Laura Paredes ) que tuvo que dar a luz a su bebé con las manos atadas y los ojos vendados y bajo la amenaza de que lo matarían de todos modos, te deja devastado y atónito. Su actuación es primordial para la historia.
En lugar de pasar por alto las historias de terror de cualquier manera, Santiago Mitre cuenta con un elenco entusiasta y mucho humor.
El contenido del proceso es y sigue siendo bastante duro, en realidad algo casi insoportable, y sin embargo, Argentina, 1985 es cine de entretenimiento de primera clase que logra el difícil acto de equilibrio de ser emocionante, emocionante e incluso bastante divertido, sin restar importancia a nada.
Un drama judicial inmensamente satisfactorio sobre lo que probablemente sea el capítulo más oscuro de la historia de Argentina.
Muy pocas películas son tan buenas sin atreverse a hacer algo original o nuevo en un solo punto.
Teniendo siempre al pueblo como guía, Mitre despliega la película con la maestría de un director que conoce muy bien su material, pero también lo que quiere decir, así como el público al que se dirige.
Siempre con moderación pero sin miedo a la emoción, pero tampoco al humor, «Argentina, 1985» te sumerge en su fascinante ya menudo impactante historia y logra confirmar no sólo tu fe en la justicia y el hombre, sino también en el cine.