En el portón hay un cartel escrito a mano: «No recibimos visitas porque estamos cuidando a nuestra familia». Desde fuera, la construcción en Santiago de Chile pareciera abandonada. Sin embargo, adentro viven más de 20 personas, cada familia en una habitación.
En el santiaguino barrio de Ñuñoa, entre edificios nuevos y otros en construcción, esta vivienda aún no ha sido demolida: es una casa okupa que sirve de refugio a estas personas ante el coronavirus en condiciones de hacinamiento.
Este tipo de viviendas se suman a los llamados cités (callejones con casa pareadas) y viviendas colectivas, más comunes en otros puntos de la capital, en donde suelen habitar los inmigrantes y en los que ya se han detectado varios casos de COVID-19