En la terraza de un bar, dos amigos charlan sobre fútbol y una familia disfruta un café al sol. Después de ocho semanas confinada, Tarragona trata de recuperar cotidianeidad con pequeños gestos que ahora parecen extraordinarios.
«Es muy emocionante, casi como si inauguráramos hoy», reconoce con una sonrisa Raffa Olivier, el propietario del café-heladería que lleva su nombre y que, por primera vez en dos meses, ha vuelto a plantar sus mesas en una amplia plaza de Tarragona (noreste de España).
Esta ciudad mediterránea de 135.000 habitantes, con unas ruinas romanas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es una de las zonas de España que avanzó este lunes en su desconfinamiento, con terrazas y comercios abiertos y reuniones de hasta diez personas.
Más de la mitad de los 47 millones de españoles disfrutaron este lunes de estos privilegios, si bien importantes ciudades como Madrid y Barcelona, muy castigadas por la pandemia, todavía deberán esperar.
En el casco antiguo de Tarragona, numerosos comerciantes limpian sus tiendas para volver a recibir clientes.
Los camareros montan las terrazas que, al mediodía, bajo un sol abrasador, se llenarían de cervezas y tapas pedidas por grupos de amigos que intentaban no caer en la tentación de abrazarse tras semanas sin verse.