Un aumento en la violencia ha profundizado el hambre y la pobreza en Haití al tiempo que obstaculiza a las mismas organizaciones de ayuda que luchan contra esos problemas en un país cuyo gobierno lucha por brindar servicios básicos.
Pocos trabajadores humanitarios están dispuestos a hablar abiertamente sobre los recortes, luego del secuestro en octubre de 17 personas de Christian Aid Ministries, una organización religiosa de ayuda con sede en Ohio, 12 de los cuales permanecen como rehenes.
Pero varios confirmaron, sin dar detalles, que han sacado a personal del país y se habían visto obligados a recortar temporalmente las operaciones de ayuda.
Los secuestros y tiroteos relacionados con pandillas han impedido que los grupos de ayuda visiten partes de la capital Puerto Príncipe y más allá, donde antes distribuían alimentos, agua y otros bienes básicos.
Una grave escasez de combustible también ha impedido que las agencias operen a plena capacidad.
“Simplemente está empeorando en todos los sentidos posibles”, expresó Margarett Lubin, directora en Haití de CORE, una organización estadounidense sin fines de lucro.
“La situación se deteriora día tras día, afectando la vida en todos los niveles”, declaró Lubin, quien agregó que las organizaciones de ayuda han entrado en “modo de supervivencia”.
Pocos lugares en el mundo dependen tanto de los grupos de ayuda como Haití, una nación frecuentemente llamada “la república de las ONG”. Se han invertido miles de millones de dólares en ayuda a través de cientos de grupos de ayuda, incluso cuando el gobierno se ha vuelto cada vez más débil y menos efectivo.
Poco después del asesinato del presidente el 7 de julio, el primer ministro Ariel Henry asumió el liderazgo de un país que aún intenta recuperar la estabilidad política. Casi todos los escaños en el Parlamento están vacantes y aún no hay una fecha para las elecciones, aunque Henry dijo que las espera a principios del 2022.
En la actualidad, menos de una docena de funcionarios electos representan a un país de más de 11 millones de personas.
Y en las calles, las pandillas tienen el poder.
La Policía Nacional ha informado de más de 460 secuestros en lo que va de año, más del doble de lo que se informó el año pasado, según la Oficina Integrada de Naciones Unidas en Haití.
La agencia dijo que los haitianos están “viviendo en el infierno bajo el yugo de bandas armadas. A diario se siguen cometiendo violaciones, asesinatos, robos, ataques armados y secuestros, en poblaciones a menudo solas valiéndose por sí mismas en barrios desfavorecidos y marginados de Puerto Príncipe y más allá”.