Amenazas de boicot, liderazgo cuestionado, resultados inciertos: la IX Cumbre de las Américas, que Estados Unidos acogerá en dos semanas por primera vez desde la cita inaugural de 1994, corre el riesgo de ser un fiasco, advierten analistas.
La reunión, prevista del 6 al 10 de junio en Los Ángeles, fue presentada por la diplomacia estadounidense como «el evento de máxima prioridad del presidente Joe Biden para la región», después de que su antecesor, Donald Trump, no participara en el último encuentro hace cuatro años.
Pero la apuesta de Biden de construir con sus vecinos un futuro «sostenible, resiliente y equitativo», y así contrarrestar la creciente influencia de China en la región, quedó opacada por la posibilidad de muchas sillas vacías.
«Un boicot de un gran grupo de líderes sería un ojo morado para Estados Unidos», dijo a la AFP Benjamin Gedan, subdirector del Programa Latinoamericano del Wilson Center.
El gobierno de La Habana denunció hace un mes que lo estaban dejando fuera de los preparativos. Cuba asistió por primera vez a una Cumbre de las Américas en 2015, en Panamá, en el marco del acercamiento de Washington a La Habana propiciado por el expresidente Barack Obama. Y volvió a estar en Lima en 2018.
Pero la administración Biden, que desde enero ha señalado que el «compromiso con la democracia» sería «un factor clave de quién es invitado y quién no», dijo que no esperaba la presencia de Cuba, ni de Nicaragua y Venezuela, dado que «no respetan» los principios de la Carta Democrática Interamericana vigente desde 2001.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, replicó entonces, desatando la polémica: «Si no se invita a todos (…) no iría yo».
Sus homólogos de Bolivia, Luis Arce; de Honduras, Xiomara Castro; y de Argentina, Alberto Fernández, así como líderes de la Comunidad del Caribe (CARICOM), que reúne a 14 países, también pusieron en duda su participación. Chile no condicionó su asistencia, pero pidió una convocatoria «lo más amplia posible».
Además, el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, a cuyo gobierno Washington acusa de obstruir investigaciones anticorrupción, ya anunció que no asistirá, mientras su par de Brasil, Jair Bolsonaro, otrora muy cercano a Trump y notoriamente distante de Biden, indicó que «aún lo estaba decidiendo».
«Falta de ambición»
«Una cumbre de las Américas, sin Brasil y México, aunque sea por razones completamente distintas, es un fracaso», sentenció Jorge Castañeda, excanciller mexicano y profesor en la Universidad de Nueva York (NYU), en declaraciones a la cadena Univisión.
«El presidente Biden y su equipo deberían haber sabido que estos dilemas se les iban a presentar y creo que no actuaron en consecuencia», apuntó.
Tampoco ayudó que una delegación estadounidense de alto nivel viajara en marzo a Caracas luego de que Biden prohibiera las importaciones de petróleo ruso por la invasión a Ucrania, señalaron los analistas de CSIS Ryan Berg y Daniel Runde, considerándolo un «acercamiento desacertado al régimen de Nicolás Maduro».
«El error estratégico de la administración y el mensaje de que la democracia y los derechos humanos eran de importancia secundaria frente a la dudosa perspectiva de una mayor producción de petróleo abrió la puerta para que algunos en la región denunciaran la inconsistencia de Estados Unidos e insistieran en la presencia de dictadores en la Cumbre», escribieron en una columna en The Hill.
Pero además, afirmaron, el gobierno de Biden «ha fracasado por completo en desarrollar un conjunto de políticas que atraigan la participación necesaria para que la Cumbre de las Américas sea un éxito».
«La falta de ambición mostrada (…) ha reducido el costo de la deserción para los líderes regionales», sostuvieron. E instaron a Washington a hacer propuestas concretas sobre tratados de libre comercio, un aumento del capital del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y apoyo en la recuperación de la pandemia y en seguridad alimentaria.
Según Gedan, una cumbre que convoque a la mayoría de los presidentes de la región, pero que no produzca resultados significativos también sería un «escenario malo».
«Durante muchos años, los presidentes estadounidenses han advertido a Latinoamérica sobre las desventajas de hacer negocios con China, pero la Casa Blanca no ha logrado ofrecer alternativas serias», afirmó.
«La cumbre es una oportunidad para demostrar que Estados Unidos debe ser el socio preferido de la región», sostuvo.
El vicepresidente del foro empresarial Consejo de las Américas, Eric Farnsworth, quien como experto en Latinoamérica testificará el jueves en un comité del Senado sobre la IX Cumbre, coincidió.
«La región busca el liderazgo de Washington en los esfuerzos de recuperación económica, incluida la expansión del comercio y la inversión», dijo a la AFP.
«Si la Casa Blanca presenta una agenda significativa para la cooperación regional, la gente se centrará en eso y todas las maniobras previas a la Cumbre se olvidarán rápidamente», aseguró.