Después de realizar un recorrido por la recóndita comunidad de San Antonino Secortéz, en el norte de Guatemala, primero frente a la casa de su abuelo, luego al hogar de su mamá y a la iglesia, el cuerpo de Jakelin Caal Maquín ingresó hoy al cementerio para su último adiós.
En una despedida silenciosa, decenas de personas entregaron los restos de la menor, de 7 años y fallecida hace 17 días en EE.UU. cuando era custodiada por la Patrulla Fronteriza, dentro de su féretro blanco en el nicho de bloque y cemento.
Apenas un mensaje con su nombre escrito en el cemento fresco, a pulso de la mano, se lee en la lápida de quien fuera una de las alegrías de la familia Caal Maquín y que, según cuenta el abuelo -Domingo Caal-, decidiera acompañar a su padre, Nery Caal, en su odisea hacia territorio estadounidense.
Para ello, los Caal hipotecaron el terreno de su propiedad y pagaron una cuantiosa suma a coyotes para llegar hasta la frontera de México con EE.UU., donde la Patrulla Fronteriza detuvo el 6 de diciembre a unas 163 personas, separó al padre y a su hija y, 48 horas más tarde, admitió que había fallecido la menor guatemalteca de origen maya q’eqchi’ por supuesta deshidratación.
Apenas el domingo por la tarde la Cancillería de Guatemala repatrió el cuerpo de Jakelin Caal en solitario, mientras el padre permanece en EE.UU. a la espera de conseguir el permiso para trabajar allí y poder enviar recursos a la familia para salir de la pobreza extrema en la que viven.
Mientras amigos, vecinos y familiares de Jakelin oraban por ella en una ceremonia evangélica, su padre, Nery Caal, lloraba y se tapaba la mirada con un paño a distancia, desde una videollamada en un teléfono celular sostenido por su hermano.
Claudia Maquín, la madre de Jakelin y otros tres hijos -una de apenas 6 meses de edad-, enrojecida de la tristeza pero con apenas un hilo de llanto, se despidió de su hija en casa, cuando la caravana que llevaba el ataúd pasó por allí, en su camino hacia el cementerio, remodelado este lunes.
Unos 45 minutos de camino más tarde, con ya apenas decenas de personas, fue el último recorrido de la menor, sobre quien ha pedido una investigación la Cancillería guatemalteca al Departamento de Estado estadounidense acerca de las razones de la muerte, así como el informe médico.
Tanto el abuelo como la madre prefirieron quedarse en casa y ya no ver al féretro ingresar al nicho, que guardará los restos de una menor que estremeció la remota comunidad de San Antonio Secortéz y al país entero.
Un sepelio que coincidió con la notificación de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, en inglés) acerca de la muerte de un segundo menor guatemalteco bajo su custodia, en el Estado sureño de Nuevo México.