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sábado, noviembre 23, 2024

Pacientes renales temen morir luego de que María destruyera el único centro de diálisis en Vieques

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Conforme las semanas se convirtieron en meses, en el pequeño avión se veían cada vez más asientos vacíos.

Al principio, 15 pasajeros volaban desde Vieques a la isla principal de Puerto Rico, todos afectados por el huracán María. La tormenta arruinó el único centro de diálisis de la pequeña isla en la que viven y sin la atención adecuada, estos pacientes renales podrían fallecer.

Pero los tres viajes a la semana pasaron factura a estos frágiles pacientes. Cinco de ellos fallecieron en el último año por diversas causas, desde insuficiencia cardiaca a cáncer, y los activistas insisten en que los mismos vuelos que los mantienen con vida han acelerado su muerte.

La tasa de mortalidad es “un número alto”, dijo Ángela Díaz, directora ejecutiva del Consejo Renal de Puerto Rico, una organización sin fines de lucro. “No podemos descartar obviamente que estas condiciones no son las apropiadas. Me parece que es vital que tomen acción lo más antes posible… Por más que quieran evitar el tema, un año después de María que todavía estemos en éstas, hay que hablarlo”.

Por terrible que pueda ser la situación, aún podría empeorar. Una unidad móvil adquirida por las autoridades federales estadounidenses para realizar las diálisis en Vieques está varada en California, a más de 4.800 kilómetros (3.000 millas) de distancia; el Consejo Renal, que paga los vuelos de los pacientes, dijo que se quedará sin dinero a fines de mes.

“Si nos quitan la vía aérea, vamos a acabar de morir”, dijo Elías Salgado, paciente renal de 56 años que padece diabetes y elevada presión arterial. “Ahora mismo no somos muchos”.

El centro de diálisis de Vieques se ubicaba en la única clínica médica de la isla. El inmueble continúa en pie, aunque con severos daños y lleno de estiércol de caballo. Semanas después del paso de María, las autoridades de salud lo declararon contaminado y ordenaron su demolición.

Otros servicios de salud fueron trasladados a un albergue temporal, pero ahí no pueden efectuarse las diálisis.

En un principio, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) asumió la responsabilidad y trasladaba a los pacientes en helicóptero a San Juan. Después de un mes, la FEMA se retiró para participar en otras misiones y organizaciones caritativas, como ViequesLove y Americares, asumieron los gastos. Por un tiempo, los enfermos viajaban en transbordador, un traslado más cansado porque a veces las embarcaciones se descomponen o no parten a tiempo, y no hay manera de reservar lugares. Los pacientes deben presentarse antes y confiar en que no haya contratiempos.

Desde marzo, el Consejo Renal pagó 3.900 dólares a la semana por los vuelos, 6.000 dólares mensuales por un paramédico que acompañe a los pacientes y 2.500 dólares al mes para alimentarlos.

El vuelo dura solo 20 minutos pero el trayecto es más largo.

Los pacientes se levantan antes del amanecer, esperan en el aeropuerto la llegada del avión, embarcan y al llegar a la isla principal aguardan a que los trasladen a la clínica. Allí permanecen sentados cuatro horas mientras su sangre pasa por un filtro y regresa libre de toxinas. Entonces repiten la misma rutina para irse a casa, a donde llegan unas 12 horas después del inicio de su jornada.

“Es agotador”, dijo Salgado.

“Uno no se adapta a esto”, afirmó Edwin Alvarado, paciente de diálisis de 59 años, aquejado también de presión arterial alta y que fue sometido a una cirugía a corazón abierto cinco meses después del paso de María.

Un sábado reciente, antes de que Alvarado se sentara en la sala de espera en el aeropuerto en Vieques, el paramédico lo detuvo. Le puso un brazalete alrededor del bíceps y le tomó la presión: “La tiene alta”, advirtió el paramédico, “180 sobre 110”.

Alvarado no le dio importancia. Al igual que Salgado, Alvarado querría irse a territorio continental de Estados Unidos y establecerse cerca de una clínica de diálisis, pero no tiene dónde quedarse ni los recursos para salir de Vieques y encontrar un nuevo lugar para vivir.

Salgado tiene otra razón para quedarse: está en una lista de trasplantes en Puerto Rico.

“Podrían llamarme inmediatamente”, dijo.

Algunos de los pacientes se conocían desde antes del paso del huracán ya que Vieques es una isla pequeña, de unos 9.000 habitantes. Conforme pasaban los meses, comenzaron a sentirse como si fueran una pequeña familia, también con sus desacuerdos, en especial por aquellos que se quejan demasiado.

Ambos hombres se entusiasmaron cuando otra paciente de diálisis, Leyla Rivera, llegó al aeropuerto y les lanzó unos paquetitos de galletas con crema de vainilla a cada uno antes de sentarse dando un suspiró.

Rivera, de 45 años, es una de las pacientes más jóvenes del vuelo e incluso a ella le faltan fuerzas.

“Hay veces que uno sale mareado, vomitando”, dijo Rivera, que busca un lugar en la lista de trasplantes. Tiene un hijo autista y debe faltar a trabajar dos días a la semana para tomar el avión.

Antes de las 7:30 de la mañana, el piloto anunció que estaba listo. Los pacientes descendieron lentamente por una rampa y ocuparon sus lugares favoritos, guardando silencio entre el ruido de los motores de la aeronave.

Menos de una hora después, una ambulancia con luces intermitentes llegó al aeropuerto. Dentro venía Sandra Medina, de 42 años, otra paciente de diálisis que tiene diabetes y presión arterial alta. Los médicos le amputaron media pierna debido a una infección que se le agravó hace meses.

Esbozó una pequeña sonrisa y confesó que volar la pone nerviosa y que a veces pierde la esperanza.

“Pasamos trabajo”, afirmó.

Dos paramédicos la trasladaron en una unidad rodante a la pista y la subieron a una camilla especial dentro de otro pequeño avión. Giró la cabeza y miró por la ventana.

“Pórtate bien”, le dijo un empleado del aeropuerto mientras sonreía y cerraba la puerta de la nave.

A José Figueroa, médico de Salgado, le preocupan las secuelas de estos agotadores viajes. Los comparó con pedirle a alguien que camine a casa después de haber corrido un maratón.

“Eventualmente, ese paciente, que de por sí es frágil, sigue empeorando”, agregó. Pasar un año así es “inaceptable”, añadió.

Los familiares de quienes murieron en el último año reconocieron que sus seres queridos estaban muy enfermos, pero creen que no debían haber fallecido.

Argeo Caraballo, de 70 años, murió de insuficiencia cardiaca el 13 de febrero.

“Los viajes eran muy, pero demasiado agotadores”, dijo su hija, Gladys, quien lo acompañaba y a quien también le parecía que los trayectos eran duros. “Él se deterioró completamente después de María”.

Héctor Serrano, de 57 años, era pastor en una iglesia en Vieques. Falleció de cáncer y otros padecimientos a mediados de agosto. Su hermana, Magali Rivera, afirmó: “Esto es un crimen lo que están haciendo con los pacientes renales… Hubiese estado más tiempo con nosotros”.

Peter Quiñones, portavoz del secretario del Departamento de Salud de Puerto Rico, el doctor Rafael Rodríguez Mercado, no respondió a varias solicitudes para comentar el motivo por el que Vieques sigue sin centro de diálisis. O por qué no se ha pagado para llevar a la isla la clínica móvil en la que FEMA invirtió tres millones de dólares. Legisladores en Puerto Rico prometieron que la unidad móvil llegará pronto, aunque no precisaron una fecha.

Daisy Cruz, vicealcaldesa de Vieques, señaló que mantiene comunicación constante con autoridades de la FEMA pero recibe respuestas limitadas de los responsables locales de salud. Dijo que propuso restaurar una antigua farmacia para realizar ahí las diálisis, pero no sabe nada de Fresenius, la compañía que operaba la clínica en Vieques.

Luis Emanuelli, vicepresidente de Fresenius Kidney Care, dijo que la compañía tiene listo desde hace tiempo el equipo y el personal necesario para reanudar el tratamiento en Vieques en virtud de un acuerdo con el Departamento de Salud de Puerto Rico, que tiene que proporcionar unas instalaciones autorizadas.

La compañía está comprometida con “reanudar las operaciones tan pronto como haya una ubicación adecuada para nosotros”, apuntó.

Pero los pacientes dicen que han esperado suficiente y quieren que el gobierno de Puerto Rico cumpla sus promesas.

“Es una injusticia que nos tengan así cuando pueden poner una clínica acá”, dijo Medina.

Mientras tanto, el dinero para pagar los vuelos se agota.

“¿Dónde está la conciencia? ¿Dónde está el humanismo?”, afirmó Cruz entre lágrimas. “Siempre es, ‘no tenemos el dinero, no tenemos el dinero, no tenemos el dinero’. Pero están poniendo en riesgo vidas que podemos alargar”.

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