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viernes, septiembre 20, 2024

Leonel Fernández, PISA y el 4% del PIB para la Educación

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Al momento en que se dieron a conocer los resultados del país tras participar en las pruebas del “Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA)”, se sabía el revuelo que causaría en la opinión pública local.
No es para menos, es la segunda vez que la República Dominicana participa en PISA y los resultados pueden parecer un poco desalentadores, partiendo del gran esfuerzo financiero que el país ha realizado en los últimos 7 años con la asignación del 4 % del PIB a la educación preuniversitaria.
Como firmante del Pacto Nacional para la Reforma Educativa, soy de los que entienden que el país tomó una decisión correcta al inscribirse en el grupo de naciones que participan en PISA.
Me parece importante y útil, porque este programa brinda informaciones valiosas para la mejora educativa; pero, además, con la recién adopción de un currículo por competencias, sirve al país como referente en el ámbito internacional.
Lo que nunca imaginé, es que fuera justamente el expresidente Leonel Fernández una de las voces que se levantaron como parte de la conmoción generada y que ahora nos quiera brindar lecciones a partir de los resultados de la evaluación internacional.
En su artículo titulado ¨Las lecciones de la prueba PISA¨ de fecha 16 de diciembre del 2019, el doctor Fernández plantea entre otras cosas que:
¨A pesar de que en el sistema educativo nacional se habían presentado varios planes decenales de educación, la solicitud del 4 % del PIB a la educación, o 16 % del presupuesto, prevista en la Ley 66-97, no dispuso de un plan estratégico claro de hacia donde se encauzaría la educación en la República Dominicana¨.
Después de la sorpresa inicial, he intentado comprender las motivaciones para escribir dicho artículo. No obstante, no puedo más que concluir que se trata de un mecanismo para justificarse ante la factura que le pasará la historia por no haber dedicado oportunamente a la educación los recursos necesarios para desarrollar el Plan Decenal 2008-2018, el cual justamente surgió a partir de una iniciativa impulsada por el mismo expresidente Fernández denominada Foro Presidencial por la Excelencia de la Educación.
El Plan Decenal 2008-2018 al momento de su formulación fue concebido como “un nuevo esfuerzo de la sociedad dominicana para poner en marcha un sistema educativo de amplia cobertura y eficiencia, que reúna las condiciones de calidad y equidad necesarias para sustentar el desarrollo del país en las primeras décadas del siglo XXI”, pero al momento de asignar los recursos, no encontró respuesta en la formulación del presupuesto durante los años 2009, 2010, 2011 y 2012.
El Plan moría por inanición y se hacía lo que se podía. Se desaprovecharon cuatro años en iniciar las reformas educativas necesarias contempladas en el plan para mejorar el sistema.
Es a partir de que el licenciado Danilo Medina asume la Presidencia de la República que se posibilita el desarrollo del conjunto de reformas contenidas en el Plan Decenal 2008-2018.
Con la llegada del nuevo gobierno se inicia un proceso de socialización de su propuesta programática en materia educativa que partía del Plan Decenal, pero que, además, ampliaba el alcance, ya que introducía innovaciones como: 1. Atención Integral a la Primera Infancia; 2. Superar el analfabetismo; 3. Jornada Escolar Extendida; y 4. Adopción de un nuevo Currículo por Competencias que avanzaba en su proceso de diseño.
Constituyendo estos los elementos novedosos que no aparecían consignados como acciones prioritarias en las 10 Políticas Educativas contempladas en el Plan Decenal.
Durante estos primeros 7 años se avanzó y se sigue avanzado en el desarrollo de las reformas que, desde el estadio de desarrollo en que se encontraba nuestro sistema educativo, implicaba habilitar unas condiciones muy básicas necesarias en una primera etapa.
Para fines de ilustración, si el nuevo currículo por competencias demandaba un programa de seis horas de clases netas diarias, se requiere ampliar la jornada de clases y dejar atrás el sistema de 3 tandas en un mismo plantel escolar.
Esto implica la construcción de aulas, contratación y provisión de alimentos. Si nos propusimos brindar atención integral a la primera infancia, necesitábamos habilitar los espacios que permitieran acoger los niños entre 0 y 5 años.
Necesitábamos en ambos casos incorporar nuevo personal (docentes, cuidadoras, administrativos, entre otros.) para posibilitar poder permanecer más tiempo con los niños y jóvenes. Necesitábamos, además, mejorar y hacer más efectiva y transparente la gestión de todo el sistema educativo. Para esto, requeríamos nuevas normas, manuales de funcionamiento, capacitación en gestión de personal. Muchas otras iniciativas como: programas de alfabetización, ofertas para estudiantes con necesidades específicas, fortalecimiento y ampliación de politécnicos, modalidad en artes, novedades en el esquema de evaluación, tecnologías de la información y comunicación, entre otras.
Ahora, sin temor a equivocarme, pienso que, de las reformas emprendidas, las de mayor profundidad y significación están dirigidas hacia los programas de formación inicial docente y el desarrollo y dignificación de la carrera docente. Esto comenzó con cambios en la legislación que regula los programas de formación, además de actualización y fortalecimiento en los programas de las universidades, renovación total del Instituto de Formación Docente Salomé Ureña, Isfodosu, otorgamiento de becas a estudiantes de educación con énfasis en las áreas del conocimiento a partir del levantamiento de las necesidades que tenía el Minerd. Se ha ido fortaleciendo cada una de las etapas o fases de la carrera docente: selección a través de concursos de oposición, inducción, evaluación de desempeño docente, formación continua a docentes en servicio hasta lograr alcanzar la certificación de docentes. Hemos mejorado de forma significativa las condiciones de trabajo de los docentes.
Pero todos, incluyendo el Dr. Fernández, sabemos que los procesos de reforma en educación son complejos y toman tiempo. El conjunto de países que hoy se colocan en los primeros lugares en las pruebas PISA comenzaron sus procesos tres décadas atrás con financiamiento estable y manteniendo el curso en su accionar. Antes de brindar lecciones sobre PISA, el Dr. Fernández debe hacer un mea culpa público por los cuatro años que dejó su Plan Decenal 2008-2018 engavetado sin asignar los recursos necesarios, a pesar de que la presión fiscal era mayor entre los años 2008 y 2012, de acuerdo con la muestra del gráfico no. 2. Hoy, a los siete años de esta gestión, sumaríamos cuatro al recorrido necesario de este proceso de reforma.
En el año 2015 el Minerd contrató a Mckinsey, una firma consultora de reconocimiento internacional, para realizar un estudio que arrojara recomendaciones para la mejora en la calidad del sistema educativo dominicano. La firma planteó que las principales intervenciones que realiza el país en materia educativa se corresponden con la ruta de mejoras necesarias, a partir del estado de desarrollo en que se encuentra su sistema educativo. El estudio plantea que para lograr los resultados deseados necesitamos garantizar unas condiciones básicas en nuestras escuelas, asegurar que todos los niños y adolescentes accedan a la escuela, que puedan desarrollar el tiempo escolar que establece el currículo, desarrollar la carrera docente y que la gestión resulte eficiente; estas son algunas de las condiciones básicas que están siendo abordadas.
Sin duda, todos aspiramos a ver mejoras en nuestro sistema educativo, sin embargo, pienso que, si mantenemos el curso de acción en torno a las Políticas Educativas y los compromisos pautados en el Pacto Nacional para la Reforma Educativa, las mejoras podrán reflejarse en PISA de manera gradual. Esto implica trabajo duro, sostenido y sistemático por parte de toda la sociedad, pero de manera particular los estudiantes, docentes y padres. Implica mejoras importantes en la gestión del sistema a cargo del funcionariado alto y medio.
En Educación no habrá soluciones fáciles, simples o cortoplacistas, tampoco el cambio considerable en siete años, al que alude el expresidente Fernández después de haber estado doce años al frente de la cosa pública.
A propósito de mi asombro externado al inicio de este artículo, dejaré que sea la historia que se encargue de poner cada cosa en su lugar.

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