“En fracciones de segundos comenzó a subir esa columna de polvo, de la parte que veníamos subiendo y pensé: Bueno si todo ese polvo fueron casas que se derrumbaron hay muchos problemas, van a haber muchos muertos”, narra Jorge Cruz, fotógrafo del Listín Diario, quien estuvo presente aquel fatídico 12 de enero que sacudió a una nación completa.
Se cumple ya una década de un desastre natural que fulminó a cientos de miles de personas, y del cual Cruz fue testigo por mera coincidencia.
Cuenta que su estadía y la de su colega Javier Valdivia en Haití era laboral, una serie de entrevistas con funcionarios del gobierno local para realizar un reportaje sobre el estado de nuestro país vecino. Un trabajo relativamente simple, y sin ningún riesgo aparente.
Sin embargo, luego de una larga jornada estableciendo los contactos y las citas requeridas para iniciar su labor al día siguiente, inició probablemente unos de los peores días de la vida de Jorge Cruz.
Alrededor de las cinco de la tarde, y en medio de un embotellamiento en Petion Ville, Jorge sintió por primera vez los tenebrosos movimientos sísmicos característicos de un terremoto. Su compañero le informó cuál era el fenómeno, y acto seguido tomó su cámara, abrió la puerta del vehículo que abordaba e inició a tomar fotografías.
“Recuerdo que la guagua comenzó a moverse de una forma inusual para mí porque nunca he estado en un lugar que se produzca un terremoto”. “Mi compañero Valdivia sí se da cuenta y me lo dijo inmediatamente: Jorgito cuídate que es un terremoto. Cuando oigo la palabra terremoto lo que hago es que abro la puerta y empiezo a tirar fotos”, explica.
Continúa expresando que luego de volverse a montar en la camioneta, el guía local que le acompañaba condujo hasta una estación de gasolina, lugar donde se estacionó, para luego huir despavorido.
Ambos continuaron con su trayecto de vuelta al hotel donde se hospedan, encontrándose con cadáveres, hombres, mujeres y niños mutilados y personas socorriendo a conocidos y extraños por igual. En el camino continúan con sus respectivos trabajos, Valdivia buscando información, datos e historias y Jorge captando imágenes de la tragedia.
Al llegar a su destino chocan de frente con la realidad que sería compartieron muchas otras edificaciones de ese país. El hotel estaba totalmente destruido. El lugar dónde apenas 10-11 horas atrás habían dejado sus equipajes estaba convertido en escombros. Lo que quedó en buen estado (como almohadas, colchones y sábanas) fue reutilizado para tratar a los heridos, a modo de hospital improvisado.
“La sorpresa mía fue grande, porque al otro día, de todas las oficinas que habíamos visitado no había una sola en pie. Todo lo que habíamos hecho el día antes, en la mañana, ya el otro día no estaba”, asegura Cruz.