Hasta ahora, todos los organismos internacionales proyectan una profunda caída de nuestra economía por los efectos de la pandemia del COVID-19. A esa caída hay que sumarle la crisis de confianza que acusan nuestras instituciones públicas y la pérdida de la fe y la esperanza de nuestros ciudadanos en el futuro del país. Esta combinación de una crisis económica aguda con un ambiente de pesimismo generalizado es la receta perfecta para una larga recesión económica y un desequilibrio emocional colectivo en los años por venir.
Tres grandes estrategias deberán aplicarse para que el país pueda enfrentar y superar con éxito la crisis: 1) recuperar lo que se perdió con la pandemia, 2) rectificar los errores y las políticas equivocadas, y 3) emprender una nueva ola de reformas que relancen nuestro crecimiento y nuestro desarrollo.
Recuperar lo perdido por la pandemia
Lo primero que tenemos que lograr es recuperar la confianza en el liderazgo nacional, pues en una economía dominada por las expectativas racionales sería cuesta arriba volver a los niveles previos a la pandemia sin contar con la confianza de las empresas y de los consumidores. En segundo lugar, hay que recuperar en los ciudadanos la fe y la esperanza en el futuro del país de manera que vuelva la autoestima y el optimismo al ánimo nacional. En tercer lugar, hay que recuperar la inversión y el crecimiento de manera que se puedan reactivar los sectores productivos especialmente la industria, la agricultura y los servicios.
En cuarto lugar, hay que recuperar el empleo y el ingreso de los hogares para que puedan enfrentar la nueva realidad con la certeza de poder “llegar a fin de mes” con los recursos necesarios. En quinto lugar, hay que recuperar la generación de divisas de manera que podamos mantener la estabilidad de los precios y el equilibrio monetario afectado por la pandemia. Y en sexto lugar, hay que recuperar el crédito y hacer más atractivas las tasas de interés de manera que los sectores productivos, especialmente las MIPYMES, puedan volver a invertir sin que se sientan ahogados por la carga financiera.
Rectificar el rumbo y las políticas equivocadas
Lo primero que tenemos que rectificar es el modelo de desarrollo intensivo en mano de obra y materias primas que impide agregar valor y mejorar la competitividad de nuestra economía, lo que nos condena a un eterno subdesarrollo. Asimismo, tenemos que rectificar el modelo de educación basado en el asistencialismo, la inversión cuantitativa, la memorización y la ausencia de creatividad y de experimentación en la escuela, lo cual reproduce los viejos esquemas del siglo XX y nos conduce a los peores puestos en los rankings mundiales en calidad educativa. Se hace de rigor rectificar el modelo de salud, que se caracteriza por un gasto insuficiente y de baja calidad, por el desprecio a la prevención y a la atención primaria; un modelo que se ha revelado ante la crisis como insuficiente, ineficiente y descoordinado; y que sus métodos de trabajo e institucionalidad carecen de la tecnología adecuada y de los avances gerenciales del siglo XXI.
Será necesario también, rectificar el modelo de asistencia social basado en los “favores” gubernamentales y no en los derechos ciudadanos, pues esto nos lleva a la ineficiencia del gasto público, a la mendicidad ciudadana y a la “profesionalización” de la pobreza. De la misma manera, tenemos que rectificar el modelo de gestión pública basado en el “centralismo clientelar” que genera deficiencias administrativas, molestias a los usuarios de servicios, entorpece la dinámica económica y envilece la moral ciudadana. Finalmente, hay que rectificar el modelo de seguridad ciudadana de manera que se les devuelva a los dominicanos la paz y la tranquilidad, se rescate la confianza en las autoridades y el ciudadano vuelva a disfrutar de los espacios públicos sin temor por su seguridad personal.
Nueva ola de reformas para relanzar el país
Como lo ha planteado el expresidente Leonel Fernández, esta crisis podría convertirse en una oportunidad si la aprovechamos para lanzar una nueva ola de reformas que aceleren nuestro desarrollo, eleven el nivel de vida de nuestros ciudadanos y nos pongan a la par con las sociedades punteras de la región. De seguro que esto lo lograremos si hacemos una apuesta seria por una salud y una educación del siglo XXI, basados en la calidad, los avances científicos y los valores humanos; si impulsamos la tecnología y su inserción en el aparato productivo, si hacemos de la exportación una obsesión nacional, si logramos convertir al país en un HUB logístico regional para atraer grandes inversiones extranjeras, si logramos reformas que modernicen nuestra infraestructura de energía, agua, carreteras y telecomunicaciones.
También, si logramos reformas institucionales para la eficiencia y la transparencia del sector público, si emprendemos una ola de reformas para la equidad y la reducción de la pobreza, si logramos sin demora un pacto por la seguridad ciudadana y el avance de la justicia, si iniciamos de inmediato políticas para la eficiencia del gasto público y la expansión del ingreso, y si lanzamos con prontitud un amplio programa de desarrollo fronterizo que nos garantice mayor seguridad y beneficios mutuos con nuestros vecinos. Finalmente, todas estas reformas deberán sustentarse en los cimientos de un elevado crecimiento, de una sólida estabilidad macroeconómica, de una conveniente inserción internacional y en una sustentable relación con el medioambiente.
Posibles escenarios para salir de la crisis
Sin embargo, el éxito final de las reformas va a depender de la resiliencia de nuestra economía, de la calidad de nuestros empresarios, de la respuesta de la población, del entorno internacional, de nuestra madurez para llegar a acuerdos y especialmente del compromiso del Estado con el desarrollo. Esta crisis del COVID-19 de seguro pondrá a prueba al liderazgo nacional especialmente al presidente que salga electo en las próximas elecciones, pues dependiendo de la capacidad de las autoridades la crisis podría ser larga, mediana o corta.
Los economistas han establecido cuatro modelos en forma de letra del alfabeto que grafican las posibles vías que puede tomar la crisis: 1) Si el liderazgo es de calidad y aplica las medidas correctas la crisis podría tomar la forma de ve chica (V), es decir, la economía baja hasta el fondo y vuelve a subir para recuperarse rápidamente que sería el escenario ideal; 2) Si el liderazgo titubea y se pierde, podría tomar la forma de doble ve (W), es decir, llega al fondo, sube rápido, vuelve a caer, vuelve a subir, aunque con el riesgo de repetir el ciclo varias veces; 3) Si el liderazgo es malo tomará la forma de U, es decir, la economía baja, se mantiene abajo por un tiempo relativamente largo y luego vuelve a subir; y 4) Si el liderazgo es pésimo corremos el riesgo de adoptar la forma de L, es decir, llegar al fondo y quedarnos en la depresión en forma indefinida que sería nuestro peor escenario.
La experiencia de Japón y la UE
El estancamiento indefinido de Japón luego de la crisis asiática de los ’90 y la ausencia de crecimiento por largo tiempo de la Unión Europea luego la crisis del 2008 demuestran que un escenario en forma de U o de L son perfectamente posibles si no se asumen las estrategias correctas. Es hora de actuar con la responsabilidad que dictan la razón y la coyuntura histórica, pues si nos equivocamos, pagaremos un alto precio que no merecen ni las presentes ni las futuras generaciones.