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sábado, noviembre 23, 2024

Leonel frente a la crisis del Covid-19

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Hasta ahora, todos los or­ganismos internacio­nales pro­yectan una profunda caída de nuestra economía por los efectos de la pandemia del COVID-19. A esa caída hay que sumarle la crisis de confianza que acusan nuestras instituciones pú­blicas y la pérdida de la fe y la esperanza de nuestros ciudadanos en el futuro del país. Esta combinación de una crisis económica aguda con un ambiente de pesimismo generaliza­do es la receta perfecta pa­ra una larga recesión eco­nómica y un desequilibrio emocional colectivo en los años por venir.

Tres grandes estrategias deberán aplicarse para que el país pueda enfren­tar y superar con éxito la crisis: 1) recuperar lo que se perdió con la pandemia, 2) rectificar los errores y las políticas equivocadas, y 3) emprender una nueva ola de reformas que relan­cen nuestro crecimiento y nuestro desarrollo.

Recuperar lo perdido por la pandemia

Lo primero que tenemos que lograr es recuperar la confianza en el lideraz­go nacional, pues en una economía dominada por las expectativas raciona­les sería cuesta arriba vol­ver a los niveles previos a la pandemia sin contar con la confianza de las em­presas y de los consumido­res. En segundo lugar, hay que recuperar en los ciu­dadanos la fe y la esperan­za en el futuro del país de manera que vuelva la au­toestima y el optimismo al ánimo nacional. En tercer lugar, hay que recuperar la inversión y el crecimiento de manera que se puedan reactivar los sectores pro­ductivos especialmente la industria, la agricultura y los servicios.

En cuarto lugar, hay que recuperar el empleo y el in­greso de los hogares pa­ra que puedan enfrentar la nueva realidad con la certe­za de poder “llegar a fin de mes” con los recursos ne­cesarios. En quinto lugar, hay que recuperar la gene­ración de divisas de mane­ra que podamos mantener la estabilidad de los precios y el equilibrio monetario afectado por la pandemia. Y en sexto lugar, hay que recuperar el crédito y ha­cer más atractivas las tasas de interés de manera que los sectores productivos, es­pecialmente las MIPYMES, puedan volver a invertir sin que se sientan ahogados por la carga financiera.

Rectificar el rumbo y las políticas equivocadas

Lo primero que tenemos que rectificar es el modelo de desarrollo intensivo en mano de obra y materias primas que impide agre­gar valor y mejorar la com­petitividad de nuestra eco­nomía, lo que nos condena a un eterno subdesarrollo. Asimismo, tenemos que rectificar el modelo de edu­cación basado en el asisten­cialismo, la inversión cuan­titativa, la memorización y la ausencia de creatividad y de experimentación en la escuela, lo cual reproduce los viejos esquemas del si­glo XX y nos conduce a los peores puestos en los ran­kings mundiales en cali­dad educativa. Se hace de rigor rectificar el modelo de salud, que se caracteri­za por un gasto insuficien­te y de baja calidad, por el desprecio a la prevención y a la atención primaria; un modelo que se ha re­velado ante la crisis como insuficiente, ineficiente y descoordinado; y que sus métodos de trabajo e insti­tucionalidad carecen de la tecnología adecuada y de los avances gerenciales del siglo XXI.

Será necesario también, rectificar el modelo de asistencia social basado en los “favores” gubernamen­tales y no en los derechos ciudadanos, pues esto nos lleva a la ineficiencia del gasto público, a la men­dicidad ciudadana y a la “profesionalización” de la pobreza. De la misma ma­nera, tenemos que rectifi­car el modelo de gestión pública basado en el “cen­tralismo clientelar” que genera deficiencias admi­nistrativas, molestias a los usuarios de servicios, en­torpece la dinámica eco­nómica y envilece la moral ciudadana. Finalmente, hay que rectificar el mode­lo de seguridad ciudadana de manera que se les de­vuelva a los dominicanos la paz y la tranquilidad, se rescate la confianza en las autoridades y el ciudada­no vuelva a disfrutar de los espacios públicos sin te­mor por su seguridad per­sonal.

Nueva ola de reformas para relanzar el país

Como lo ha planteado el expresidente Leonel Fer­nández, esta crisis podría convertirse en una opor­tunidad si la aprovecha­mos para lanzar una nueva ola de reformas que ace­leren nuestro desarrollo, eleven el nivel de vida de nuestros ciudadanos y nos pongan a la par con las so­ciedades punteras de la re­gión. De seguro que esto lo lograremos si hacemos una apuesta seria por una sa­lud y una educación del si­glo XXI, basados en la cali­dad, los avances científicos y los valores humanos; si impulsamos la tecnología y su inserción en el aparato productivo, si hacemos de la exportación una obsesión nacional, si logramos con­vertir al país en un HUB lo­gístico regional para atraer grandes inversiones extran­jeras, si logramos reformas que modernicen nuestra infraestructura de energía, agua, carreteras y teleco­municaciones.

También, si logramos re­formas institucionales pa­ra la eficiencia y la transpa­rencia del sector público, si emprendemos una ola de reformas para la equidad y la reducción de la pobre­za, si logramos sin demo­ra un pacto por la seguri­dad ciudadana y el avance de la justicia, si iniciamos de inmediato políticas para la eficiencia del gasto públi­co y la expansión del ingre­so, y si lanzamos con pron­titud un amplio programa de desarrollo fronterizo que nos garantice mayor segu­ridad y beneficios mutuos con nuestros vecinos. Fi­nalmente, todas estas refor­mas deberán sustentarse en los cimientos de un elevado crecimiento, de una sólida estabilidad macroeconómi­ca, de una conveniente in­serción internacional y en una sustentable relación con el medioambiente.

Posibles escenarios para salir de la crisis

Sin embargo, el éxito fi­nal de las reformas va a de­pender de la resiliencia de nuestra economía, de la ca­lidad de nuestros empresa­rios, de la respuesta de la población, del entorno in­ternacional, de nuestra ma­durez para llegar a acuer­dos y especialmente del compromiso del Estado con el desarrollo. Esta crisis del COVID-19 de seguro pon­drá a prueba al liderazgo nacional especialmente al presidente que salga electo en las próximas elecciones, pues dependiendo de la ca­pacidad de las autoridades la crisis podría ser larga, mediana o corta.

Los economistas han es­tablecido cuatro modelos en forma de letra del alfa­beto que grafican las posi­bles vías que puede tomar la crisis: 1) Si el lideraz­go es de calidad y aplica las medidas correctas la crisis podría tomar la for­ma de ve chica (V), es de­cir, la economía baja has­ta el fondo y vuelve a subir para recuperarse rápida­mente que sería el escena­rio ideal; 2) Si el liderazgo titubea y se pierde, podría tomar la forma de doble ve (W), es decir, llega al fondo, sube rápido, vuelve a caer, vuelve a subir, aunque con el riesgo de repetir el ci­clo varias veces; 3) Si el liderazgo es malo tomará la forma de U, es decir, la economía baja, se mantie­ne abajo por un tiempo re­lativamente largo y luego vuelve a subir; y 4) Si el li­derazgo es pésimo corre­mos el riesgo de adoptar la forma de L, es decir, llegar al fondo y quedarnos en la depresión en forma in­definida que sería nuestro peor escenario.

La experiencia de Japón y la UE

El estancamiento indefini­do de Japón luego de la cri­sis asiática de los ’90 y la au­sencia de crecimiento por largo tiempo de la Unión Eu­ropea luego la crisis del 2008 demuestran que un escena­rio en forma de U o de L son perfectamente posibles si no se asumen las estrategias correctas. Es hora de actuar con la responsabilidad que dictan la razón y la coyuntu­ra histórica, pues si nos equi­vocamos, pagaremos un alto precio que no merecen ni las presentes ni las futuras gene­raciones.

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