Rosmeiry Disla Vásquez, de ocho años, entró por sus propios pies al Hospital Pediátrico Doctor Hugo Mendoza en búsqueda de ser operada del apéndice y al día de hoy se encuentra postrada en una cama, con una cicatriz que atraviesa su cuerpo de extremo a extremo, con un tubo en su garganta y una abertura en una parte de su estómago para alimentarse.
Luego de 60 días interna, los padres y familiares de Rosmeiry esperaban obtener respuestas sobre la situación de salud de la pequeña que solo tendría una cirugía de media hora y salió cinco horas después completamente sedada y con personal de salud guiándose en la camilla hacia la Unidad de Cuidados Intensivos.
“En los análisis salió que era la apendicitis que tenía y el médico dijo que cuando la abrió el apéndice estaba bien, que continuó para hacerle una cirugía exploratoria y de ahí vio el estómago inflamado, pero más información de ahí no nos brindan. ¿Cómo la niña llegó a esa condición?”, narró Gregoria Disla, quien es tía de la menor.
Secuelas de Rosmeiry Disla Vásquez
Escuálida, sin caminar, sin hablar, solo moviendo sus ojos que expresan la desesperación de una persona que vive encarcelada por un mal que no se sabe cómo llegó a su puerta. “Ella entró caminando y salió como un vegetal”, explica su padre.
Cuando salieron de su natal Yamasá se vieron forzados a dormir donde le agarrarara la noche con Rosmeiry. Una de esas frías noches llegaron a dormir en una de las granjas de la compañía Pollo Cibao, para de allí al amanecer volver a la carga para dar con la salud de la niña.
“Nosotros, en búsqueda de mejorar todo lo de la niña, donde nos daban refugio allí nos alojamos con ella, para ver quién nos ayudaba”, externó con tristeza el padre de la infante.
En varias ocasiones Rosmeiry ha hecho crisis y según sus familiares a donde la mueven no le quieren dar las atenciones, lo que les dicen es que debe ser llevada nuevamente al Hugo Mendoza y allí no es recibida, ni se especifica el porqué de la situación.
Estos pacientes llevan una alimentación especial y muy medida llegando incluso a necesitar de cuidados médicos permanentes, pero al llegar los reporteros del LISTÍN DIARIO al humilde hogar, los afectados solo contaban con un poco de arroz blanco para comer los cuatro familiares.
Para Gregoria, como tía de Rosmeiry, ha sido una experiencia crítica. “Desde que esa niña me veía, eso era besos y abrazos, hablándome y diciendo cuánto ella me quería, verla así es un golpe de lo más bajo”, expresó Gregoria Disla con lágrimas.
Los Disla Vásquez han sufrido un duro golpe y no solo emocional, también a nivel económico. Gregoria tuvo que renunciar a su trabajo para poder hacer los movimientos con la madre de la menor, ya que en su trabajo no le daban los permisos.
Los ingresos del padre se limitan a cuando logra “echar días” en las tierras de Yamasá.
Un nudo de pobreza
La familia Disla Vásquez está formada por Carlos, Pameli y Raicelis, quienes también son hijos de la pareja, entre infantes y adolescentes, con ellos aquí en Boca Chica se encuentra Raicelis, pero los demás en Yamasá con su abuelita.
Habitan en una vivienda que muetra una pobreza más allá de lo inhumano, que resiste precariamente entre planchas de zinc oxidadas, palos llenos carcoma, un piso que es más tierra y polvo que cemento, sin ninguna clase de seguridad.