Aunque está claro que Luis Abinader será el candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y Leonel Fernández el de la Fuerza del Pueblo (FP), es la candidatura que llevará el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) la que trazará el rumbo de las elecciones presidenciales de 2024.
Hoy faltan 44 días para la consulta de simpatía que señalará la candidatura morada. De ahí en adelante, los principales elementos para entender la perspectiva de las elecciones, estarán a disposición de los analistas.
La confrontación política para la disputa del poder en 2024 tendrá, al menos, dos aspectos novedosos que si los peledeístas tienen conciencia de ellos y quieren hacer una rectificación a fondo de sus viejas prácticas, pueden ser bien aprovechados para convertirlos en votos.
Me refiero a que la candidatura que escogerá el PLD va por su primer intento presidencial frente a un nuevo pujo reeleccionista de Leonel y de Abinader; y al momento de cambios políticos que vive América Latina.
El factor PLD
Cualquiera de los seis aspirantes que gane la candidatura presidencial peledeísta entrará por primera vez en la contienda por el poder, lo que puede constituirse en una novedad frente a Abinader que va por su cuarto intento y a Fernández, que se postula por sexta ocasión.
Naturalmente, entre los aspirantes presidenciales peledeístas Luis de León, Maritza Hernández, Francisco Domínguez, Margarita Cedeño, Abel Martínez y Karen Ricardo, hay diferencias notables de liderazgo y aceptación popular.
Margarita o Abel
Es obvio que la candidatura se definirá entre Margarita y Abel, porque los demás –con el permiso de sus expectativas– tienen muy escasas posibilidades de colocarse por encima de la exvicepresidente y del actual alcalde de Santiago.
A la hora de escoger entre Margarita y Abel, los peledeístas harán una definición del rumbo ‘ideológico’ que asumirá el PLD en el debate de los grandes temas nacionales y su inserción en el cambio de era que recorre a América Latina.
Si la escogida es Margarita, como indica que será el resultado, la candidatura peledeísta tendrá un margen de aceptación en amplios sectores sociales postulantes de cambios, derechos de la mujer, inclusión social, entre otros; mientras que si el escogido es Abel, el PLD enviará un mensaje de que va a entrar en la competencia por probar quién es más conservador entre Abinader, Leonel y Abel para ocupar la Presidencia de la República.
En una competencia por demostrar cuál candidato es más conservador, nadie le va a ganar a Abinader, si un conservador es lo que prefiere el electorado, porque además de haber demostrado desde el gobierno que lo es, tiene en ambas manos el mayor control de recursos públicos de todo tipo para derrotar a sus oponentes.
Una lucha de ese tipo es el equivalente a que yo desafíe a Manuel Jiménez a ver quién canta mejor “Derroche” ante diez mil personas o que él me desafíe a demostrar cuál de los dos puede subir primero al Monte Tina, saliendo a pie desde el parque Libertad en Ocoa.
No estoy diciendo que Margarita sea el prototipo dominicano del pensamiento progresista que se abre paso indetenible en América Latina, pero es una persona más liberal que Abel y mucho más que Abinader y Leonel.
Si el PLD escoge a Margarita, envía la señal de que va tras la franja de votantes liberales que intenta continuar propiciando cambios en América Latina.
Si en cambio selecciona a Abel, quiere un rumbo conservador para el país, buscando ocupar el vacío que dejan en la región los gobiernos de Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia y Jair Bolsonaro en Brasil.
Una ola progresista
Es un hecho evidente que en los últimos años hay una debacle de los gobiernos conservadores (en lo político) y neoliberales (en lo económico) en América Latina y que las grandes masas votan claramente por las candidaturas que se reivindican progresistas.
El fracaso de la Cumbre de las Américas en junio pasado en Los Ángeles, organizada esta vez por Estados Unidos como país anfitrión, demostró que la “democracia de élites” sin voces progresistas, pierde terreno en la región.
Y luego de la Cumbre vino el resonante triunfo de Gustavo Petro en Colombia, un excombatiente del Movimiento 19 de Abril (M-19), junto a la morena Francia Márquez, como vicepresidente.
La victoria de Petro y Márquez está cargada de simbolismo en un país donde la oligarquía y el peso de la influencia política de Estados Unidos eran los más firmes en América del Sur.
Después de la proeza de los colombianos al arrojar del poder al conservadurismo que llevó como candidato a un arquetipo de esa corriente política, el magnate Rodolfo Hernández, están abiertas “las grandes alamedas” en la región y quienes sepan esa realidad y estén dispuestos a pagar el precio de cambiar políticamente para hacer grandes transformaciones en República Dominicana, tienen una gran oportunidad.
El espacio de la izquierda
La ausencia de una candidatura de izquierda por las debilidades de liderazgo y déficits organizativos acumulados desde 1985, centra la confrontación política en los partidos PRM, PLD y FP.
Conozco que hay intentos de aglutinar el espectro de los remanentes de izquierda en el país, pero no me creo expectativas porque falta un liderazgo fuerte y novedoso, capaz de encarnar y representar electoralmente esa franja política del país.
Esa es la gran carencia e intentar crearla artificialmente solo conduce a nuevas frustraciones.
¿Quién puede explicar que luego de las masivas movilizaciones desde enero de 2017, convocadas por la Marcha Verde, no surgiera un referente político independiente para canalizar el voto progresista en las elecciones de 2020?
¿Qué explica que el desgaste provocado por Marcha Verde al gobierno de Danilo Medina y al PLD fuera canalizado por Luis Abinader y el PRM que tienen un sello conservador y un selectivo criterio persecutor de sus oponentes políticos?
¿Qué explica que los más conspicuos líderes de la ‘sociedad civil’ se enrolaran en el gobierno de Abinader-PRM y cierran sus bocas ante escándalos gigantes en el actual gobierno que eran su desvelo en el pasado?
El resultado de la acumulación de Marcha Verde fue la instrumentalización política por el PRM, que una vez en el gobierno repartió migajas al progresismo y entregó los ministerios al empresariado y los más pingües contratos para ellos aprovecharse del patrimonio.
Seguir haciendo el papel de “caballito valiente que le ponen la carga y no la siente” es una nueva posibilidad para los izquierdistas, salvo que logren un acuerdo programático y un compromiso político que en el escenario actual solo puede hacerlo Margarita, y sin dudas, ella lo necesita para reivindicar las esencias del PLD y enfrentarse a dos candidatos conservadores reeleccionistas: Abinader y Leonel.
Falta saber si Margarita está viendo dónde están los votos por millones que quieren una bandera que los represente o si cree suficiente sustentar su candidatura en brazos de la oligarquía como sus oponentes.
El primer camino le aporta oxígeno, el segundo está ocupado por Leonel y Abinader, que ya han disfrutado –en tiempos diferentes al de hoy- sus negocios con la oligarquía.
El tema no lo he agotado.