Cumplió sus 67 años sin poder caminar y atrapada en la pobreza extrema. Cada mañana se despierta con la angustia de no saber qué encontrará para comer.
María Bienvenida Collado está discapacitada desde hace cinco años luego de que un perro la mordió.
Vive con su hija Deyanira, de 36 años, quien después de su segundo parto “ha quedado mal de la mente”, solo le sirve de compañía, para hacer los mandados y algunos de los oficios de la casa.
Sentada en el fondo de un cuarto desordenado y sin ninguna higiene, cuenta que se sostiene de la solidaridad de sus vecinos. Su casita está en un alto de difícil acceso cerca a las aguas contaminadas del río Ozama en Gualey. Su hijo, que vive del motoconcho, es quien le lleva de comer después de las cinco de la tarde y de manera esporádica le deja algo de dinero, que ella economiza al máximo.
“Quince pesos me dejó ayer cuando vino para que me desayune, porque él lo que hace es que concha en un motorcito y de lo que gana debe buscar la comida de su casa”, explica la envejeciente en momentos en que saca cuentas a su hija, luego de enviarla con 20 pesos a comprar huevos y aceite.
“Él me trae comida de tarde, a las cinco o seis de la tarde, o mando donde Tata a las doce a buscar comida, porque no me voy a morir de hambre, yo trabajaba, planchaba, hacia lavaítos, limpiaba casas. Mi hijo viene, de vez en cuando me tapa las goteras para que no me moje”, explica Collado, algo conforme con lo que su hijo le puede dar.
Muestra su cabeza y refiere que un día sus vecinos le descubrieron un “nacío” fruto de la insalubridad en la que vive y su discapacidad. De una forma natural y no como una escena de horror, cuenta que le encontraron gusanos y la llevaron de emergencia en el 911 al hospital Francisco Moscoso Puello, donde la curaron y le indicaron unos medicamentos.
Hacinamiento
Como muchas de las personas que subsisten en condiciones de hacinamiento, la casita en la que vive Bienvenida es un cuartito dividido en dos sin lugar para hacer sus necesidades fisiológicas, fabricado con planchas de zinc.
Dentro se puede observar un colchón sobre el suelo, una camita improvisada en la sala para su hija y una mesa con una estufa que le regaló Tata, una buena mujer que se ha dedicado a ayudar mediante una fundación que creó.
Sus arrugas y la ausencia de casi todos sus dientes reflejan lo duro que le ha resultado vivir en los últimos años y, a pesar de haber trabajado hasta los 50 años cuando se enfermó, no tiene seguro médico, ni la protección del Estado, como correspondería a una persona en su situación, según la Carta Universal de los Derechos Humanos.
Así como Bienva, como cariñosamente le dicen en la comunidad, en el país sobreviven 601,513 personas en la pobreza extrema concentrados mayormente en la región Sur y en las orillas de ríos y cañadas de la zona metropolitana del Gran Santo Domingo, mientras que en pobreza general se encuentran 2.9 millones de dominicanos, según estadísticas del 2016.
Indigentes o pobres
Los economistas expresan que indigencia y pobreza extrema no significan lo mismo, ya que las personas que se califican de indigentes son aquellas que no tienen nada ni posibilidades de conseguirlo. Regularmente se encuentran en las calles sin techo, sin comida y sin garantías básicas de sus derechos. En este grupo se ubican regularmente los enajenados mentales, personas ligadas al consumo de droga, envejecientes sin familia, inmigrantes sin empleo, entre otros.
Para Miguel Ceara Hatton, economista experto en desarrollo humano, la indigencia es la incapacidad de un grupo poblacional para generar u obtener ingresos que le garanticen una alimentación adecuada, sin embargo, en pobreza extrema se ubican las familias cuyo ingreso mensual es de aproximadamente RD$1,600 por persona, y en pobreza general se encuentran los hogares cuya entrada per cápita alcanza los RD$3,500.
Un informe reciente del Comité Técnico Interinstitucional de la Pobreza en base a estadísticas del 2016 (que son las más recientes con que cuenta el país) revela que seis de cada 100 habitantes se encuentran en pobreza extrema.
Los datos presentados en este informe muestran que a pesar del sostenido crecimiento económico del país en los últimos años, los niveles de pobreza extrema apenas se redujeron ligeramente entre 2015 y 2016, y la pobreza general solo descendió dos puntos porcentuales, reduciéndose de 30.8% a 28.9%.