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jueves, noviembre 21, 2024

De la Biblia, nadita de nada

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¿Has leído alguna vez la Biblia?
Cuando todavía era casi un adolescente me fajé a leer la Biblia de pe a pa,  y casi me mareo. Más tarde recibí clase sobre las Sagradas Escrituras, tanto en el período de estudios filosóficos  y teológicos, como durante el tiempo en que hice una especialización en el Nuevo Testamento en la Universidad de Regensburg, en Alemania.

Por nueve ocasiones he tenido la agradable oportunidad de visitar los lugares bíblicos en Israel; en ocasiones acompañado de profesores de teología, desentrañando secretos jamás imaginados.

Cada día estoy en contacto con la Biblia, las más de las veces con la intención de explicar a los demás los textos que forman parte de la liturgia diaria de la Iglesia,

Debo confesar, sin embargo, que de la Biblia no sé nadita de nada. Y no lo digo por hacer “agüaje” de humildad, sino con toda la sinceridad del mundo. Cuando trato de comprender o explicar los textos bíblicos me lleno de temor y temblor ante el universo de informaciones y contenidos del Libro de los libros.

Y esa perplejidad se genera en mí porque no es nada fácil tener una medianamente correcta comprensión de las Escrituras. Más todavía si tengo en cuenta  el otro componente necesario para un adecuado estudio de la Biblia: me refiero a la fe.

La Biblia sin la fe no se entiende. El eje transversal y el hilo conductor de la Biblia no es otro que la actitud de aceptación de Quien habla a través de esas páginas, a quien le doy entero crédito y a quien pongo en el centro de mi vida.

Como decía San Anselmo, la fe que tengo en el Señor necesariamente tiene que valerse de la razón para una mejor comprensión. La fe busca comprenderse a través de la razón (Fidesquaerensintellectum); pero también la razón se queda corta cuando trata de descifrar el enigma de este mundo, si no recurre a la fe (Intellectusquaerensfidem).

Utilizando una expresión de Sócrates podría decir entonces que sobre la Biblia “sólo sé que no sé nada.” Nadita de nada. Pero sí quiero saber. De ahí que no tengo otro recurso para mi ignorancia que estudiar las Sagradas Escrituras y compartir desde una visión de felo poco que sé.

Mientras menos sé de las Sagradas Escrituras, más quiero saber, auxiliándome de la razón y la fe. Comprender y vivir la Biblia, exige estudiarla y no quedarme con lo poquísimo que conozco de ella. Requiere también crecer en la fe y profundizar en la vida espiritual.

Este mes está dedicado a la Biblia. El 27  de septiembre es el Día Nacional de la Biblia, creado mediante la ley 208-84.

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