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viernes, noviembre 22, 2024

La mía, la tuya, la nuestra!

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Por: Sergio Reyes II.

Apuraré el paso y me internaré en la profusa floresta, por el sendero en donde la Madre Natura se manifiesta en su vistosa expresión; Tomaré una a una y con el mayor sigilo las muestras del vasto tesoro que jardines, campiñas y parques ponen a nuestra disposición, en esta mañana.

Con el cuidado que demandan sus frondosos pétalos y aterciopeladas corolas, echaré mano a los ramos, penachos y capullos, poniendo especial atención en acomodar los erizados tallos y así evadir los dolorosos pinchazos de las espinas.


Con golosa ambición elegiré, entre cada rosetón, los más destacados ejemplares para ampliar la variedad de esta colorida muestra, sin discriminar entre grandes y ostentosas o pequeñas y discretas, porque, en cosas de la naturaleza, todas las flores del mundo son bellas.

Encaminaré mis pasos hasta los jardines de las viviendas de acomodadas barriadas y como un loco enamorado me apropiaré a hurtadillas de aquellos ejemplares con los que he de halagar en este día a mi amada, y con ella, a todas las beldades que habitan en el olimpo.

En busca de ejemplares exóticos propios de climas tropicales y de terrenos celosamente cultivados, gestionaré los servicios de Andrés Peralta, en Carrizal, el más aguerrido defensor de la naturaleza que conozco.

Y de sus manos recibiré, una por una, hasta rebasar la capacidad del macuto que llevo a cuestas, la mayor muestra que alguien haya conocido jamás, no solo de las flores tropicales propias para engalanar las veredas, los jardines y el interior de nuestras casas, sino también las de los frutales y rubros de la cosecha, que conservan hermosísimos rasgos en los que, por lo general, apenas nos fijamos.

Antes de finalizar este amplio recorrido he de recalar, henchido de satisfacción, en los predios de la amada frontera, para recoger las muestras de jazmines, lirios, cayenas e infinidad de florecitas que Vitalina sembró por doquier en el curso de los años de su luminosa vida y que hoy día, con su infinita presencia, nos hacen recordar el imbatible espíritu de la abuela, latiendo en cada rincón como lo hacen las ‘animitas’ en las calenturientas noches de verano.

Reuniré un ejército de hijos, nietos, sobrinos, ahijados, esposos, compadres, nueros, suegros, amigos y conocidos en general y, junto a ellos y debidamente aprovisionado con esta valiosa carga a cuestas, hemos de ir por las calles y caminos  de la Patria, cubriendo de pétalos el sendero por donde transite cada mujer de estirpe dominicana, en acción de merecido homenaje en este simbólico Día de las Madres, que acorde al calendario se festeja el domingo 31 de mayo.  

Al honrar su cariño, ternura y abnegación, hemos de hacer un significativo alto en el camino para venerar a todas aquellas madrecitas que ya no están a nuestro lado, ya sea porque así lo reclamó el paso del tiempo, por los estragos de la vida diaria o como consecuencia de la fatalidad de una epidemia, como la que nos persigue y azota en estos días.

 Y todos juntos -los que tienen el privilegio de tenerla a su lado y los que no- elevaremos una sentida oración al Altísimo, en acción de gracias por habernos dado la más bella, amorosa, abnegada y valerosa Madre que haya existido jamás: La mía, la tuya, la Nuestra!

Que Dios colme de bendiciones en este día y siempre a nuestras adoradas viejecitas, dondequiera que se encuentren.

Feliz Día para todas las madres Dominicanas y del Mundo!

NYC; Mayo, 2020.

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