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martes, noviembre 26, 2024

Ser humildes como Jesús

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En este período de semana santa, cuando recordamos el sacrificio de Jesús para salvar la humanidad, es importante dedicar unos minutos para reflexionar sobre la dimensión y las enseñanzas del hijo de Dios, que vino al mundo para entregar su vida por cada uno de nosotros.

En su tránsito por la tierra, Jesús se convirtió  en el gran gran maestro por excelencia para todos nosotros. Sus enseñanzas las encontramos en cada uno de los momentos de su vida y muy especialmente en los últimos tres años donde su misión evangelizadora alcanzó niveles extraordinarios.

Una de esas grandes enseñanzas de Jesús fue la de ser humildes, la de practicar la humildad en cada una de las áreas de nuestras vidas teniendo presente que , tal y como dice 1era de Pedro 5:5: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.»

¿Qué significa ser Humilde? Ser humilde significa no ser arrogante ni creerse superior a los demás. La humildad es lo contrario del orgullo o la arrogancia. El humilde debe ser modesto, es decir, reconocer sus limitaciones. El humilde debe ser sumiso y saber ceder. Dios quiere que seamos humildes.

Muchos versículos en el antiguo testamento confirman que Dios quiere que seamos humildes. Por ejemplo, en Proverbios 11:2 se dice:  «Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; mas con los humildes está la sabiduría». En Proverbios 11:2 se afirma: «Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová”.

Jesús nos llama a ser humildes de corazón y en verdad. En  el evangelio de Mateo, capítulo 11, versículos 29 al 30, Jesús dice: «Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.

Para muchos de nosotros es muy difícil ser humilde. El entorno social nos lleva a ser egoístas. Las tentaciones nos llevan a ser orgullosos . Las cosas materiales nos llevan a ser engreídos y posesivos. Cuando somos humildes, en nuestro entorno nos llaman débiles, cobardes o ilusos. Todo eso podemos vencerlo, pero no con nuestras fuerzas. Nosotros solos no podemos. Jesús es el camino para  ser humildes.

El apostól Pablo nos hace ver con claridad eso, cuando afirma en 2da de Corintios 12:9 lo siguiente: «Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.

Jesús es el modelo de humildad. Acciones de humildad en su vida se ven de manera permanente. Nació en un pesebre, rodeado de animales y visitado por pastores. Durante su vida como joven fue carpintero. Siempre predicó la humildad.

Cuando Sus discípulos le preguntaron: “…¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?”, Jesús pidió a un niño pequeño que se acercara y les dijo: “…cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” -“…porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande” (Lucas 9:48).

La humildad es todo lo contrario a la soberbia. Jesús nos llama a practicar la humildad de forma permanente. Como vimos, en Mateo 11: 29 Él no llama a ser «mansos y humildes de corazón». Y Jesús lo mostró con su ejemplo. Uno de las pruebas más grandes de humildad la dio cuando en la cena con sus apostóles el jueves santo, fue capaz de humillarse y lavarle los pies a cada uno de sus discípulos.

En ese momento histórico lavarle los pies a alguien era una acción denigrante, deleznable, indecorosa, propia de esclavos. Pero Jesús la hizo con sus discípulos para dejar sembrado el modelo en cada uno de ellos de que quien ser el mayor «debe aprender a ser el menor».

Jesús es el verdadero modelo de humildad. Si queremos ser humildes, debemos ser como Jesús. Debemos actuar en cada situación de nuestras vidas como lo haría Él. Cada vez que la prepotencia, la arrogancia, el orgullo, la maledicencia nos provoquen tentación,  cada vez que nos sintamos superiores a lo demás, pensemos en cómo actuaría Jesús en ese momento y actuemos nosotros de esa manera.

En estos tiempos, el orgullo y la vanidad están siendo las carácterísticas principales de muchos seres humanos. Hay un gran deseo de venganza y de destruir a quienes no piensan o no actúan como nosotros. Los hombres y mujeres de esta época están permeados por el deseo de hacerle mal a los demás, de hacer daño y de vengarse de todo.

Se busca más la fama y el dinero, que el honor y la integridad. Se promociona más la vulgaridad y los malos ejemplos, que la dignidad y los valores sanos. Se busca más la retaliación, que el perdón y el amor. En este tiempo, los engreídos y orgullosos se pavonean con orgullo exhibiendo sus éxitos y tratando de ridiculizar a quienes practican la humildad y siguen las orientaciones de Jesús. No podemos dejarnos ganar por todo eso, este en un momento histórico donde debemos ser más humildes que nunca, tal y como fue Jesús.

Y es que, cuando somos humildes, enfrentamos las situaciones como lo haría Jesús. Cuando nos revestimos de humildad, Dios nos da su gracia. Nos llenamos de paz, esa paz que sobrepasa todo el entendimiento humano, como dice el apóstol Pablo en Filipenses 4:7.

Cuando somos humildes vencemos el orgullo y la prepotencia, derrotamos la vanidad, aprendemos a perdonar, vencemos la amargura y la sed de venganza.

Cuando somos humildes, como Jesús, aprendemos a servir a los demás. Aprendemos a humillarnos sin temor. Aprendemos a vivir felices y en armonía con nuestro Señor. Para ser humildes todos los días en todo momento debemos ser cada vez más como Jesús y menos como nosotros.

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