La Ómicron, con un amplio ejército de variaciones en la proteína que la hace penetrar en el cuerpo humano, tiene al mundo alborotado con su facilidad y velocidad de propagación.
En República Dominicana, en particular, los ómicrones ya vuelan rasantes sobre la población, atrapando a personas de distintas edades con sus característicos síntomas de dolores de garganta y espalda, fiebre y tos persistente.
A juzgar por los reportes que reciben los medios de comunicación, la explosión de contagios se ha producido tras los multitudinarios eventos que se celebran en el país en estos días navideños.
Y como la mayoría de los dominicanos parece estar más entregada a las aventuras festivas para cerrar un año de oleadas recurrentes, es de esperar que estos vuelos rasantes de los ómicrones, causen más bajas.
Tienen terreno fértil para lograrlo, atacando a mansalva a una población que ha descuidado el uso de las mascarillas y los llamados a la vacunación, bajo la falsa percepción de que el Covid había finalizado.
Y por eso vemos ahora cómo se reportan casos de contagios que, aunque no tan graves como los producidos por variantes anteriores, al menos inutilizan temporalmente a los afectados, aislándolos en sus casas o llevándolos a los hospitales.
Los consultorios de los neumólogos están atiborrados, muchos médicos también se han contagiado y ahora estamos frente al frenesí de las pruebas de antígenos y PCR, de centenares de personas “omicromadas”.
Escasean y se encarecen los medicamentos antigripales y anticovid, lo que indica que no solo estamos siendo atacados por más coronavirus, sino también por la influenza, con síntomas casi similares.
Tal vez con estos elocuentes ejemplos, los dominicanos tomen más en serio el valor de las precauciones y no se atrevan a arriesgarse tanto en bailes, cherchas callejeras o concentraciones humanas, fuentes propicias para mayores contagios.