La guerra comercial y las tensiones con EEUU llevaron a China en 2018 a dulcificar sus lazos con países como Japón o Australia e intensificarlos con regiones como Latinoamérica, donde la presencia del gigante asiático es cada vez mayor.
Los analistas coinciden en que las fricciones multiplicaron el ya habitual activismo diplomático chino en tiempos de su actual presidente, Xi Jinping, obstinado en crear una especie de “coalición de facto” a favor del libre comercio y el multilateralismo.
Trump comenzó en marzo de este año la agria disputa comercial -que ha llevado a la imposición mutua de aranceles por valor de miles de millones de dólares- como respuesta a los “abusos” de China, entre los que citó el déficit comercial estadounidense, la transferencia forzada de tecnología y el robo de propiedad intelectual.
Paradójicamente, estas medidas contribuyeron a que China se acercara a rivales históricos como Japón, con la primera visita a Pekín en siete años de un primer ministro, o a competidores regionales como Australia, pese a las turbulencias vividas con este país durante el año, marcado por las tensiones marítimas y acusaciones de espionaje.
“Xi ha encontrado receptividad en su maniobra, pero todavía subsisten discrepancias y el hecho de que Australia, Japón o Europa compartan buena parte de las críticas que se le formulan desde Washington”, comenta a Efe el analista Xulio Ríos, del centro de estudios Observatorio de la Política China.
También Latinoamérica ha sido testigo de la intensificación de los planes de expansión chinos, cristalizados bien mediante su ambiciosa iniciativa de las Nuevas Rutas de la Seda o a través de eventos como la primera Expo Internacional de Importaciones de Shanghái, que contó con una amplia presencia de países de esa región.
“La exposición fue un intento de mostrar al mundo que China es consciente de que debe equilibrar su relación comercial con el exterior y que debe adoptar una política exterior que favorezca su integración en el mundo”, apunta Mario Esteban, el investigador principal para Asia-Pacífico del Instituto Elcano.
A nivel interno, Xi consiguió en marzo eliminar los límites al mandato presidencial y consolidó su posición en el Gobierno, el Partido y las Fuerzas Armadas, aunque desde entonces se han visto “algunos indicios de desgaste” ante la opinión pública, “que no recibió el cambio constitucional con aplausos”, según Ríos.
Si bien la política de Trump aisla a EEUU y permite a China ganar una mayor influencia global, apunta Esteban, “hay la sensación de que China ha levantado la cabeza demasiado pronto”, y de ahí las “críticas abiertas” de algunos intelectuales el pasado verano que quizá sean sólo “la punta del iceberg”.
Otra de las incógnitas que deja este año es hasta qué punto la guerra comercial ha afectado a la economía del gigante asiático, que a finales de 2018 comenzó a avistar los primeros indicios de ralentización.
“El lado positivo es que probablemente todo ello propiciará la aceleración del cambio en el modelo de desarrollo, intensificando medidas como la transformación de las empresas estatales o la ampliación del papel del mercado”, señala Ríos al respecto.
Este año también han destacado las críticas que se ha llevado el Gobierno por las crecientes restricciones a la libertad de expresión y la existencia de campos de internamiento en la región de Xinjiang.
Pese a la presión internacional, China los ha justificado enérgicamente y asegurado que buscan combatir las actividades separatistas y terroristas, así como mantener la seguridad nacional.
“Xinjiang es el reflejo de un ensayo a gran escala de la lucha contra el terrorismo usando a pleno rendimiento todas las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías combinadas con los métodos tradicionales de represión”, apunta Ríos.
No obstante, recalca que la situación “afea y diluye cualquier hipotético poder blando de China”, y “nos recuerda que a la segunda potencia económica del mundo le falta aún un largo trecho por recorrer en materia de derechos humanos”.
Este 2018 también ha estado marcado por el deterioro de las libertades en Hong Kong, donde la fórmula de “Un país, dos sistemas” está en cuestión tras la ilegalización en septiembre del Partido Nacional de Hong Kong, un movimiento que aboga abiertamente por independizar la excolonia británica del resto de China.
Igualmente este año comenzó el juicio contra los nueve líderes de la “Revolución de los Paraguas”, que movilizó a miles de personas en 2014 para exigir avances democráticos en Hong Kong.
“China teme mucho a la inestabilidad en Hong Kong. Desde el fracaso de la reforma electoral la situación se está deteriorando, exacerbándose el afán de control por parte del gobierno central. China necesita mucha mano izquierda en Hong Kong para que no se convierta en un foco de preocupación permanente”, estima Ríos.
El problema territorial parece seguir siendo uno de los talones de Aquiles de China, que no está dispuesta a renunciar a sus posiciones sobre Taiwán o en el mar de China Meridional, donde han aumentado las tensiones estratégicas con Estados Unidos.
Apunta Esteban que cada vez son más los aliados diplomáticos que pierde Taiwán -este año Panamá, República Dominicana y El Salvador establecieron relaciones diplomáticas con Pekín-, a lo que hay que sumar que “China ha avanzado en el entendimiento con sus vecinos” a propósito del contencioso marítimo.