Dirigentes comunitarios de aquí advirtieron que tomarán las calles para “adecentar” su provincia, la cual está “lacerada” por la ola de criminalidad, violencia y el abuso de las autoridades que están para protegerlos.
Denunciaron que en esta provincia hay represión policial a raíz de la muerte del comandante de esta provincia, coronel Daniel Ramos Álvarez, el 8 de enero pasado, fecha desde la cual ya no pueden vivir en paz.
“A quienes se persigue aquí es a las personas que vienen de sus trabajos, a estudiantes. No importa que la persona venga con las ropas y las manos llenas de cemento de trabajar en una obra. Le quitan sus motores, aun y cuando tengan los papeles, al igual que a los motoristas que sustentan a sus familiares con el motoconcho”, denunció el padre Germán de León, párroco de la iglesia Santa Cruz.
Dijo que esa es una manera de reprimir a una población que está asediada por los hechos de violencia.
Ayer cientos de banilejos se vistieron de blanco y con pancartas en sus manos, reclamaron paz y demandaron servicios prioritarios.
Recorrieron las principales vías de esta ciudad, porque según manifestaron, no soportan más abusos.
Sacerdote denuncia
La caminata fue organizada por el movimiento Ciudadanos Indignados y contó con el apoyo de la parroquia Santa Cruz, a cargo del padre Germán de León.
El sacerdote informó que esta provincia pasó a ser una ciudad insegura donde los ciudadanos no pueden caminar por sus calles sin el temor de ser asaltados.
Los banilejos han organizado tres manifestaciones cívicas en el último mes tras el asesinato del coronel Ramos Álvarez a manos supuestamente de Rafael Antonio Díaz “Buche”, acusado de tráfico de drogas.
Ciudadanos Indignados
“Nos hemos visto asediados por la violencia, en algunos casos derrotados e impotentes ante el crimen, el narco, el sicariato y la corrupción, frente a un sector público no responsable”, dijo el presidente del movimiento Ciudadanos Indignados, Manuel Guerrero.
Guerrero manifestó que lo que Baní quiere es que el pueblo y las autoridades les den el frente a la delincuencia y al narcotráfico, pero sin apartarse de la ley y el respeto a los derechos humanos.
Habló en esos términos al denunciar que a los banilejos les están cercenando sus libertades por parte de la Policía Nacional y la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), pues realizan operativos y meten en sus redes a estudiantes y hombres de trabajo, a los cuales les quitan sus motocicletas y les incautan otras pertenencias.
“El pueblo trabajador y estudioso que se opone a la delincuencia y al narcotráfico, no puede estar sometido al terror de la Policía ni de la DNCD, para estos organismos demostrar que están trabajando”, agregó Guerrero.
Faltan servicios
El dirigente comunitario deploró el estado de abandono y la marginalidad del crecimiento urbano desordenado que ha permitido un pueblo sin calles seguras, sin asfalto, sistema de alcantarillado, agua potable, servicio de salud, instalaciones deportivas, falta de liceos y escuelas y carente de universidades públicas.
“También sin policías bien preparados, desarmados, con deficientes equipos de transporte y comunicación, pero sobre todo con un salario de miseria. Tenemos barrios enteros llenos de basura y numerosos jóvenes sin empleo”, declaró.
Dijo que frente a ese panorama, demandaron la construcción de centros para la formación técnica-vocacional, para preparar a los jóvenes a fin de que puedan accesar a empleos decentes.
PARROCO: REPRESIÓN TRAE VIOLENCIA
El padre Germán de León manifestó que nunca la represión ha solucionado nada, que por el contrario, trae violencia.
“Necesitamos unidad entre gobernador y gobernados.
Mientras no haya unidad en este pueblo, no tendremos solución a los problemas que nos aquejan”, aseguró el prelado.
Recordó que los banilejos fueron educados en base a la familia, el trabajo y la religión, pero esta provincia dejó de ser lo que soñó Eugenio María de Hostos, una familia.
La señora Juana Idaisa Calderón informó que en Baní se perdió la calma y sus habitantes viven en una situación de intranquilidad constante. Yo tengo miedo de salir a las calles. No nos sentimos seguros. Está bueno ya, pues somos un pueblo muy humilde, pero se ha tornado rebelde”, aseguró.
Idaisa dijo que su temor es tan grande, que dejó de ir a misa los sábados, por el temor de ser atracada en cualquier calle oscura de su ciudad y ahora va a la iglesia los domingos en la mañana, aunque sigue temerosa de ser asaltada en horas del día.