Cuando el 13 de diciembre de 2017 advertí en mi análisis en el Listín Diario que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) debía prepararse para la división porque los dos liderazgos eran inconciliables, pocos lo creyeron y más lo dudaron luego de que Leonel Fernández saliera a decir dos días después que quienes “incitaban la división” (¿yo?) morada fracasarían porque esa organización política iría unida a las elecciones de 2020 y triunfaría.
No se si hoy las cosas se ven igual, pero tras bastidores los leonelistas están hablando de que ante la primera acción real del danilismo por intentar modificar la Constitución, habrá una ruptura con consecuencias políticas y orgánicas.
Seré yo el primer sorprendido si Leonel opone algún tipo de resistencia y si desafía al poder aunque sea en la disputa por el poder. A esta vejez mía he aprendido que el “allante” es la mitad del pleito y que los hechos son mucho más elocuentes que las palabras. Esperemos que hablen los hechos.
Como el Partido Revolucionario Moderno (PRM) es la segunda fuerza política en importancia numérica y control de poderes, hay dirigentes suyos que consideran que una división del PLD sería el equivalente de regalarle el triunfo en las próximas elecciones.
Esa es una ilusión de quienes suponen que el poder se cae solo cuando la realidad es que hay que hacerlo caer y para eso hay que contar con organización, fuerza movilizada y liderazgo con lucidez, sensibilidad y disposición de pagar el precio de encarnar las aspiraciones de todo un pueblo.
Considero que el danilismo va a forzar modificar la Constitución aunque ello signifique que Leonel y una parte de sus seguidores formen tienda aparte e intenten contribuir a su derrota en las elecciones.
Una valoración descarnada de la realidad indica que a pesar de que haya una división del PLD, el control simultáneo que tiene el danilismo sobre el aparato gubernamental: un Presupuesto General del Estado descomunal, un Congreso dispuesto a contratar deuda en progresión geométrica, el ministerio público a su servicio y recurriendo a acciones más propias de mafias que de un gobierno democrático, una justicia hecha a la medida… constituyen demasiado poder para que lo soporte cualquier adversario político que simplemente intente desafiarlo.
Vuelvo a decir que una división del PLD de ahora en adelante no es en dos mitades, sino a lo sumo en tres tercios de los que Leonel se llevaría uno y Danilo dos, incluyendo para este último el control del Gobierno, del Congreso, de la Justicia y gran parte de la prensa y de los opinantes por todas las plataformas.
¿Quiere esto decir que Danilo y su intento de reelección son inderrotables? ¡De ninguna manera!
Lo que pasa es que Danilo y su gente harán todo para no dejarse derrotar y yo no veo a quienes tengan siquiera una idea original, interesante, creíble, y mucho menos un proyecto alternativo, coherente, encantador, para levantar una esperanza de victoria. Es triste admitir que yo tampoco.
Todo cuanto necesita Danilo es una mayoría en la Asamblea Revisora de la Constitución y no veo a nadie que razonablemente tenga fuerza y determinación política para impedirlo.
Es lo contrario, el danilismo demuestra en cada oportunidad que tiene la clara decisión de hacer cualquier cosa para coronar su propósito y los ejemplos sobran cada día.
En la elección de los jueces de la Corte Suprema de Justicia por parte del Consejo Nacional de la Magistratura donde el danilismo es “absoluta mayoría”, quedaron demostradas dos verdades: el danilismo no está jugando, dejó fuera a todos los magistrados que tuvieran la menor afinidad con Leonel y que resultan incómodos al poder por su independencia, a la vez que envió una señal inequívoca de cuál es el sello de su mayoría y sobre todo, de su presidencia.
Con la tinta fresca de escoger una Corte Suprema a la medida de las circunstancias del danilismo, el peso del Palacio Nacional se dejó sentir con fuerza y hasta con sobrepasamientos sobre los jueces que en el Tribunal Superior Electoral (TSE) hicieron galas de independencia y aplicación del derecho en beneficio de la democracia en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), contra la manipulación y el instrumentalismo clientelar.
A esta altura de juego, muy lejos de hace dos años cuando escribí con mi firma que Danilo estaba trabajando para la reelección, quien tenga algún género de duda sobre la certeza de mi planteo original, es un retrasado político.
Frente anti-reeleccionista
Partiendo de la posibilidad muy probable de que Danilo logre la reforma constitucional que lo habilite como candidato presidencial, dudo mucho que haya fuerza al interior del PLD capaz de detenerlo.
Indetenible en el PLD, las opciones para frenarlo serían una ruptura de Leonel en el PLD y la integración de un Frente Electoral Anti-reeleccionista.
Si este frente se formara, tendría que definir cuál es el candidato presidencial (la manzana de la gran discordia en la política dominicana) y en el mejor de los casos habría que suponer que Leonel y Luis Abinader se batirían para determinar quién será el postulado por el Frente.
La diferencia sería clara: Abinader buscaría sus primeros cuatro años con opción a tentar ocho, y Leonel iría por sus primeros dieciséis con opción a veinte. ¿Quién cedería su espacio para detener la reelección?
Hay más fuerzas opositoras, claro, pero ¡venga guano caballero…! ¿Alguien se atreve a decirme que en un frente opositor a la reelección de Danilo el candidato con más potencialidad sería uno diferente a Leonel o a Abinader?
Si Leonel y Abinader no logran un acuerdo -aunque sea del dos más dos en el que uno gobierne dos años y el otro, ido de vicepresidente, gobierne los otros dos-, yendo por separado, no van a detener la reelección, aunque la lleven a segunda vuelta.
Un frente electoral para derrotar a Danilo no se perfila en el horizonte político de hoy porque a pesar de que hay una gran masa que se opone a ese propósito, no existen las fuerzas organizadas ni el liderazgo lúcido para suponer que se forjará en el futuro mediato.
Mi gran problema es que no escribo para complacer mis deseos, ni el de mis amigos, sino para mostrarles la realidad para ver si me orientan y el pueblo dominicano busca alternativas para vivir en democracia y esplendor.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!