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domingo, noviembre 24, 2024

Una niña bajo llantos: “Papi, me tumbaron mi casita”

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Debajo de un sol abrasador, los martillazos de aquellos que insistían en recuperar lo poco que aún quedaba y se podía rescatar de entre los escombros, así estaban los moradores de los Fa­rallones, un día después de que su sueño fuera in­terrumpido abruptamen­te por miembros del Ejérci­to para ser desalojados de los terrenos donde estaban sus hogares, al considerarse que estaban invadiendo un área protegida.

“Ellos vinieron a las 4 de la mañana a destruir a es­ta madre soltera… no tengo dónde vivir, no tengo fami­lia, trabajo limpiando y aho­ra vendo café en el mercado para mantener a mis tres hi­jos, y mi dolor de cabeza es no saber dónde voy a parar con ellos”, comentaba Ana Encarnación, que tenía cin­co meses residiendo allí.

En el transcurso de la ma­ñana de ayer, los que vi­vían allí estaban ahora con sus muebles y colchones a cuestas, mientras otros buscaban las pocas cosas que todavía se escondían debajo de los pedazos de concreto y zinc, mientras los miembros del Servicio de Protección Medioam­biental vigilaban la zona junto a varias brigadas de la Alcaldía de Santo Do­mingo Este que ayudaban a otros a transportar sus blocks.

Los Farallones se encuen­tran ubicados en el kilóme­tro 14 de la autopista Las Américas, que queda justo en medio de otros sectores. Encima del área protegi­da se observaban viviendas que reflejaban una situa­ción totalmente diferente a la que se vivía allí.

Ana Encarnación narró que una de sus hijas terminó con moretones en los bra­zos y una rasgadura deba­jo de sus labios, mientras desconoce el paradero de su otra hija, de 6 años, que sufre de falsemia y fue to­mada por el Consejo Nacio­nal para la Niñez y la Ado­lescencia (Conani), junto a otros niños del sector.

“Hay muchos padres que al día de hoy (ayer) no saben donde están sus hijos, inclu­yéndome a mí porque Co­nani llegó quitándoles los muchachos a todo el mun­do”, agregó.

Ana contó que construyó su “ranchito” colectando hoja­latas y cartones de los basu­reros, para darle un techo a sus hijos, a quienes mantie­ne mediante la venta de ca­fé. La hija de Joan Manuel se quedó si su “casita”

“Papi me tumbaron mi ca­sita”, así lloraba desolada una niña de seis años fren­te a su padre Joan Manuel Santana, luego de la ac­ción de desalojo en Los Fa­rallones.

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