Debajo de un sol abrasador, los martillazos de aquellos que insistían en recuperar lo poco que aún quedaba y se podía rescatar de entre los escombros, así estaban los moradores de los Farallones, un día después de que su sueño fuera interrumpido abruptamente por miembros del Ejército para ser desalojados de los terrenos donde estaban sus hogares, al considerarse que estaban invadiendo un área protegida.
“Ellos vinieron a las 4 de la mañana a destruir a esta madre soltera… no tengo dónde vivir, no tengo familia, trabajo limpiando y ahora vendo café en el mercado para mantener a mis tres hijos, y mi dolor de cabeza es no saber dónde voy a parar con ellos”, comentaba Ana Encarnación, que tenía cinco meses residiendo allí.
En el transcurso de la mañana de ayer, los que vivían allí estaban ahora con sus muebles y colchones a cuestas, mientras otros buscaban las pocas cosas que todavía se escondían debajo de los pedazos de concreto y zinc, mientras los miembros del Servicio de Protección Medioambiental vigilaban la zona junto a varias brigadas de la Alcaldía de Santo Domingo Este que ayudaban a otros a transportar sus blocks.
Los Farallones se encuentran ubicados en el kilómetro 14 de la autopista Las Américas, que queda justo en medio de otros sectores. Encima del área protegida se observaban viviendas que reflejaban una situación totalmente diferente a la que se vivía allí.
Ana Encarnación narró que una de sus hijas terminó con moretones en los brazos y una rasgadura debajo de sus labios, mientras desconoce el paradero de su otra hija, de 6 años, que sufre de falsemia y fue tomada por el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani), junto a otros niños del sector.
“Hay muchos padres que al día de hoy (ayer) no saben donde están sus hijos, incluyéndome a mí porque Conani llegó quitándoles los muchachos a todo el mundo”, agregó.
Ana contó que construyó su “ranchito” colectando hojalatas y cartones de los basureros, para darle un techo a sus hijos, a quienes mantiene mediante la venta de café. La hija de Joan Manuel se quedó si su “casita”
“Papi me tumbaron mi casita”, así lloraba desolada una niña de seis años frente a su padre Joan Manuel Santana, luego de la acción de desalojo en Los Farallones.