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sábado, noviembre 23, 2024

Sobrevivientes narran la agresión a tiros contra pareja de pastores

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Luego de una jornada de oración de unos cuatro días, la pareja compuesta por Joel Díaz y Elizabeth Muñoz se aprestaron a salir desde la comunidad Los Colgados en Villa Altagracia, junto a todos los miembros de su congregación cristiana – evangélica, hacia la Santo Domingo.

«Esa gente tenían esto aquí lleno de gente, esto se llenó de vehículos en la calle entera y la gente venía y se ponía a gozar en el nombre de nosotros de nuestro Señor aquí, fue un culto hermoso eso anoche (martes) pareciera como si se estuvieran despidiendo», narraba María Victoria, residente en la comunidad de Los Colgados, dónde Elizabeth y Joel iban con frecuencia a realizar cultos y realizar ayudas sociales.

Sorayda Cuevas, residente en la misma comunidad, dijo que la zona había cambiado desde que ambos jóvenes iban allá a oficial los cultos y que el martes luego de que tenían varios meses sin ir por los efectos de la pandemia, hizo que la asistencia de personas fuera más de lo normal.

Ya eran alrededor de las 10 de la noche y Joel y Elizabeth, junto a sus acompañantes Carlos y Claudio, se desplazaban en un vehículo marca K5, color blanco en un camino que sus precarias condiciones y falta de visibilidad hacía imposible ir a más de 20 km/h sin el peligro de estrellarse. Es ese camino la única vía de entrada y salida que tiene Los Colgados.

La joven pareja apenas había contraído matrimonio el pasado 7 de febrero, hace menos de dos meses. Él de unos 35 años de edad, que tenía un empleo fijo en el Ministerio de Educación, e inmediatamente terminaba su jornada laboral allí tomaba el vehículo para realizar servicios de Uber ,fue definido como una persona «sin maldad alguna».

«Ese hombre salía de su trabajo en Educación y se montaba en el carro a hacer Uber y así poder ir sosteniendo su naciente familia. El pobre no cogía vacaciones, pero no se quejaba, porque sabía que lo estaba haciendo bien. Una persona cristiana, sana sin ningún tipo de problemas», decía Manuel, un amigo de Joel, que asistió junto a la familia de las víctimas al destacamento de Villa Altagracia, en búsqueda de esclarecieran los hechos del martes en la noche.

Ella, una mujer de 33 años de edad y que dos años atrás había retornado desde Italia donde residió por 11 años junto a su madre, y decidió quedarse en el país cuando conoció a Joel. Empezó a trabajar en una tienda de estética y se dedicó a la prédica de la Palabra.

“Mi hermana era un ser de luz, un ser bueno. Ella tenía muchas metas por lograr y le encantaba ayudar a la gente”, describía, entre llantos, Perla Muñoz, hermana de Elizabeth, quien desde tempranas horas de la mañana de ayer se estampó en la explanada del destacamento de Villa Altagracia, en búsqueda de repuestas, al igual que los familiares de Joel.

Emeritta Marte, la madre de la fallecida, cuenta que su hija mayor apenas se había establecido y que en un futuro planeaba volver a Italia junto con Joel.

Mientras la oscura noche seguía avanzando en la autopista Duarte en un tramo poco iluminado, la recién casada pareja junto a sus acompañantes Claudio Ramírez y Carlos Pérez,  se iban acercando hacia un retén de agentes policiales que precisamente se encontraban al asecho de un vehículo blanco K5 que había cometido varios asaltos en los lares de Bonao.

«Nos hicieron parada, luego que nos hicieron parada comenzaron a apuntarnos y dispararnos y yo me abajé. Cuando pararon pude ver que mi amigo que se encontraba delante estaba herido en el cuello, luego parece que al él desmayarse se aceleró el carro un poco, y  se fue en vía contraria, no sé, pero al ellos ver que el carro volvió a moverse continuaron disparando ‘’, así lo narró Claudio, uno de los sobrevivientes del hecho, a los medios de comunicación, quien exclama que “gracias a Dios” no resultó herido.

Luego del cese al fuego y lograr decir que “son cristianos”, Claudio y Carlos fueron llevados al destacamento de Villa Altagracia donde se mantuvieron hasta el mediodía de ayer.

“Ellos nunca nos dirigieron la palabra y ni siquiera cuando estábamos aquí nos dijeron o nos explicaron que había pasado, nada, la única certeza que teníamos era que nuestros amigos estaban muertos”, decía Carlos mientras enseñaba a las cámaras su herida en la espalda.

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