Dajabón, R.D.- Al Ministro de interior y policía, Jesús Vásquez Martínez, (Chu).
El pasado sábado nuestra comunidad de Fe perdió al pastor Alonso Contreras, el cual describimos como un hombre de trabajo, humilde, servicial, entregado, incapaz de ofender, sin embargo las carreras ilegales le arrancaron la vida, esas mismas carreras que usted dijo en un tono enérgico, haces unos 6 meses cuando nos visitó al centro cultural ensueño dajabonero, que no quería escuchar que le dijeran que las seguían haciendo. Pues Sepa usted que las siguen haciendo en un evidente desafío a usted, las autoridades locales y a la misma sociedad.
Duele mucho decir que, un hombre que estaba llevando la palabra de Dios, para encaminar hacia el bien a esas personas que hoy están infringiendo la ley, es decir que el pastor Contreras contribuía con su labor en calidad de ministro, duele saber que una iglesia la cual estaba siendo guiada por el, tristemente hoy no tiene a su pastor y la visión que justo ese día planificaban desarrollar, una visión a favor de la comunidad.
Nos apena decir que quien estaba llevando vida le arrancaron la vida, de igual forma un hombre decente la indecencia nos lo arrebató, entendemos que esto no puede ser.
La esposa que también acompañaba siempre al pastor en la misión sufrió heridas de consideración, la cual está recibiendo atenciones médicas, esto mantiene a los familiares en una incertidumbre sin saber lo que pueda suceder.
En este escrito no puedo dejar de hacer mención del joven que también falleció aunque estaba participando en la carrera asesina, porque independientemente de la imprudencia tenía un gran futuro por delante, además de que deja en profundo dolor a su familia y amigos, que muy posiblemente estos llamados ¨amigos¨ algunos fuesen sus peores enemigos.
Estamos consciente de que ya no será posible devolver a la vida física al inolvidable pastor pero si es posible que trabajemos juntos para que hechos de esta naturaleza no vuelvan a ocurrir.
Explicado lo anterior, necesitamos de usted señor Ministro, con la prontitud que amerita, una respuesta que ponga fin a la muertes provocadas y de lugar a la vida, de tal manera que sea pierda una vida cuando lo permita el señor y no el hombre.