JERUSALEN.- La escalada del conflicto entre Israel y Hamás cumplió ya seis meses, y la ofensiva del estado hebreo, condenada por la mayoría de los países del mundo, ha dejado más de 33.000 palestinos muertos, la mayoría civiles, además de 75.000 heridos y una población de dos millones al borde de la hambruna.
Sin duda, una de las características más trágicas del conflicto en Gaza es la imprevisibilidad de su resultado.
Teniendo en cuenta el enorme número de pérdidas humanas entre los palestinos de la región, resulta extremadamente difícil para Israel y Hamás llegar a un acuerdo de alto el fuego ahora. Aun así, hay reportes de que la próxima ronda de negociaciones, que se llevarán adelante en El Cairo, capital de Egipto, y en la que participarán representantes del grupo palestino y del gobierno de Netanyahu, podrían llegar a buen puerto en los próximos días.
Sin embargo, las perspectivas de esta reunión son absolutamente inciertas. Lo que es seguro es el fracaso de la comunidad internacional a la hora de impedir la catástrofe humanitaria que azota a Gaza, lo que demuestra los límites del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y de los actuales mecanismos de resolución de conflictos.
Además, ha llamado la atención la inflexibilidad e intransigencia del primer ministro Benjamín Netanyahu al ceder ante las presiones nacionales e internacionales, que se han ido acumulando en torno a la exigencia de un alto el fuego desde el inicio del conflicto en octubre pasado.
El descontento popular en Israel –y en el mundo en su conjunto– contra las acciones de Netanyahu e Israel en su operación militar en Gaza no hace más que aumentar, con varias manifestaciones en las calles del país y en las grandes capitales extranjeras.
A nivel interno, decenas de miles de israelíes han estado exigiendo una mayor eficacia del gobierno en la liberación de los rehenes aún bajo control de Hamás. Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos ya está empezando a hacer algunas insinuaciones de que puede reducir el flujo de ayuda militar a Israel si el país no cambia la forma en que ha estado llevando a cabo su ofensiva en Gaza, especialmente después de un reciente ataque con drones israelí que causó la muerte de trabajadores humanitarios internacionales.
Mientras esto sucede, la oposición interna a Netanyahu está ganando cada vez más impulso, con líderes como Benny Gantz, miembro del gabinete de guerra formado por el propio el primer ministro en 2023, quien pidió la semana pasada que se convoquen elecciones legislativas anticipadas en el mes de septiembre.
Como resultado, Netanyahu se encuentra acorralado como nunca antes, intentando –con cierta dificultad– parecer inquebrantable ante los desafíos que surgen tanto dentro como fuera de Israel. Sin embargo, el partido mayoritario en el parlamento de Israel, el Likud, del que Netanyahu es líder, también enfrenta grandes dificultades para mantener la cohesión de la coalición gobernante (compuesta por siete partidos en total).