A inicios de marzo, el Primer Ministro haitiano, Ariel Henry, renunció a su cargo. Había salido en viaje oficial a Kenia para, presuntamente, conversar sobre el envío de tropas para colaborar en la pacificación de Haití.
La situación de inseguridad en un país gobernado por las bandas, presuntamente, no le permitió regresar. Pidió permiso para entrar por la República Dominicana, que le fue negado por razones bastante obvias, por lo que se desvió hacia Puerto Rico. Desde entonces se mantiene fuera.
Parecería un montaje perfectamente coordinado. Desde entonces Haití se encuentra formalmente gobernado por las bandas. No tiene jefe del Ejecutivo, no tiene gobierno civil, por lo que mandan los más fuertes entre los que andan en las calles.
Caos, el desorden se acrecienta, que lógicamente debe escalar a una situación de guerra civil entre bandas rivales. Las circunstancias perfectas para impulsar y justificar una salida en masa de la población hacia la República Dominicana.
La situación en Haití no tiene nada de fortuito, ha sido cuidadosamente creada para forzar la solución dominicana a la crisis de Haití. Tras dimitir Henry, inmediatamente se formó una comisión de transición con los auspicios de los países del Caricom para ejercer el gobierno provisional y organizar algún mecanismo para elegir un nuevo Primer Ministro.
La pregunta de fondo es: ¿resuelve la elección de un nuevo Primer Ministro los problemas de Haití? ¿No tenía Haití un Primer Ministro antes de Henry, y un Primer Ministro antes que ése? Y otro antes que ese otro, y así sucesivamente hasta remontarnos hasta principio del siglo XX. ¿Qué resuelve un Primer Ministro en Haití?
En lógica formal existe una diferencia crítica entre una condición necesaria y una condición suficiente. Como bien expresa su denominación, la condición necesaria se debe cumplir, debe estar ahí para que se alcance el resultado deseado. Sin la condición necesaria no se logra.
Pero no es suficiente. La que garantiza el resultado es la condición suficiente. Condición necesaria para ser feliz es estar vivo. Imprescindible. A la inversa, ser inmensamente rico no lo garantiza. Y así por el estilo.
En un libro relativamente reciente (Why Nations fail?, 2012), Robinson y Acemoglu distinguen entre instituciones extractivas e instituciones reproductivas. En general, las instituciones extractivas son aquellas que le permiten a un individuo o a grupos extraer renta (del ingreso nacional) sin aportar a su creación, es decir, a la reproducción del producto económico. De su lado, las instituciones reproductivas son aquellas que promueven el crecimiento económico.
Las instituciones no tienen que ser estrictamente económicas, como la creación de una moneda propia, el descubrimiento de nuevos yacimientos minerales o una innovación tecnológica revolucionaria (el internet). La instalación de un tirano puede ser las dos cosas, alternativamente.
Incluso simultáneamente. Un tirano malo (lo han sido todos con poquísimas excepciones en la Historia de la humanidad) se dedica a reprimir la población, a saquear los recursos naturales y a esclavizar a la población trabadora exprimiéndole todos los impuestos posibles.
Un buen tirano (muchos lo desean, de hecho se plantea como fórmula –utópica- del mejor gobierno) impone el orden -el término es esencial: impone- pero se dedica a buscar la manera de hacer felices a sus súbditos. No hay mejor caracterización del buen tirano que los cuentos de Disney, es el papá, bien de la bella princesa, bien del príncipe azul. Es encantador, pero no admite disidencia.
En general, el tirano es ambas cosas, bueno y malo, pero en cosas diferentes. Impone el orden –de nuevo, el término: impone, es importante-, y eso debe ser bueno. Impone el orden: siempre, en todo momento y en todo lugar, en todas las sociedades que han existido y que existirán, habrá disidencia, oposición y reacción. Habrá necesidad, pues, de llevarlas al cauce institucional. Lo que necesariamente implica fuerza. Esto es otra manera de decir que sin fuerza no hay gobierno.
Pero no hay manera de que un gobierno se mantenga mucho tiempo en base a la sola fuerza (esto lo decía Maquiavelo). Bueno, orden, paz, por un lado. Por el otro, fuerza, que puede ser excesiva. La democracia, entendida como la capacidad de alterar el orden constitucional no es tal, no es democracia. La democracia tiene el límite natural que impone el orden constitucional votado por la mayoría.
“Robó, es cierto, pero hizo muchísimo”, es una voz que escuchamos a cada rato. Nadie lo va a hacer de gratis, todo hombre tiene un precio (Napoleón), todo hombre tiene una ambición (el rey economista). El orden económico y social de alguna forma se asocia a una democracia restringida (China). A la inversa, la anarquía es el ambiente político de la crisis económica. Por supuesto, el peor escenario es tiranía y miseria (Cuba).
Bien, un largo rodeo para preguntarnos: ¿y con qué recursos es que va a mandar el nuevo Primer Ministro de Haití? ¿Con cáscaras de huevo? Porque para mandar hay que tener dinero, mucho dinero, además de buenas razones morales.
El problema de Haití es muchísimo, pero mucho muchísimo más complicado que elegir un nuevo Primer Ministro. En Haití no hay nada, literalmente. No se trata de re-fundar un Estado sino de crear uno desde cero. Muy distinto.
Condición necesaria, ciertamente: crear las instituciones de gobierno. Una Administración pública, instituciones civiles, castrenses…, que cuestan dinero. Mucho dinero. ¿De dónde va a salir ese dinero? Por ejemplo, ¿qué leyes va a votar el Congreso haitiano que se reviertan en lo inmediato en la forma de ingreso nacional? Lo otro es escribir cuartillas que no van a servir para nada. Y todavía nos encontramos en el ámbito de las condiciones necesarias, lejos, muy lejos de las suficientes.
Promover la re-producción económica. Otra vez el término es crítico: re-producción, es decir, producción que se agranda ella misma, que crece por sí sola. Desde dentro, de forma independiente. ¿Cómo hacerlo? Porque la producción descansa sobre la capitalización: la producción es resultado material y financiero de la inversión física.
¿Cómo pensar en producción y todos sus correlatos, impuestos, por ejemplo, si no hay capital instalado? ¿Cómo pensar en producción si no hay inversión productiva? ¿Cómo pensar en exportaciones si no hay empresas? ¿Cómo pensar en independencia alimentaria si no hay agricultura? ¿Cómo pensar en equilibrio en las finanzas públicas si no hay cobro de impuestos? ¿Y cómo pensar en impuestos si no hay producción? A menos que nos estemos volviendo locos.
Elegir un nuevo Primer Ministro es el menor de los problemas que enfrenta Haití actualmente.