Como estaba escrito y establecido, el presidente Luis Abinader y el PRM lograron su reelección de manera fácil y arrolladora y, de paso, arrasaron el nivel congresual, beneficiándose con 29 senadurías y la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Este acontecimiento avasallante lo sabía y esperaba todo el país consciente y mejor intencionado.
El resultado electoral logrado por el Partido Revolucionario Moderno, el domingo 19, le garantiza al país continuar su trayecto de estabilidad y crecimiento económico, de paz social y desarrollo en importantes sectores de nuestra economía, y también alcanzar las reformas estructurales pendientes y aplazadas años atrás, por pura inercia y mero egoísmo o cobardía de gobernantes anteriores a Abinader. Ese amplio respaldo político logrado en estos comicios le permite a él impulsar los temas pendientes de solución para beneficio colectivo.
Este triunfo del PRM, de manera arrolladora, debe asimilarse como el triunfo de la Patria, debe servir de aliciente para corregir anomalías, para afianzar la democracia, para terminar de asesinar la corrupción y la impunidad, fortaleciendo el Ministerio Público y las demás instituciones del Estado. También para reducir la pobreza, crear mayores y mejores oportunidades de trabajo, mejorar la asistencia sanitaria, educativa, de agua potable y de transporte colectivo.
Y no debe estar ausente, jamás, la voluntad de accionar del presidente Abinader y de su equipo de gobierno, a partir de agosto de este mismo año, de asegurarle a este noble pueblo mayor seguridad ciudadana y férrea defensa de la soberanía nacional. Él es el garante esencial de nuestra integridad, de nuestra paz y del porvenir fructífero que todos anhelamos.
Confío, como lo reiteró el país, que estos 4 años, bajo la conducción del presidente Luis Abinader, no retrocederemos, sino que avanzaremos a un presente y futuro mejor para todos los dominicanos. El pueblo no se equivocó, desechando las otras opciones presidenciales, y confiándole su destino al mejor, al que nos conviene y nos asegura paz, orden, decencia, transparencia administrativa, eficiencia y desarrollo.
Ahora bien, presidente, debe usted de erradicar de su gobierno algunos funcionarios lentos, perezosos, deficientes y con escasa vocación de servicio público, que sólo constituyen una retranca para su proyectado y necesario éxito gubernamental en los próximos 4 años; desterrar la ineficiencia es también tarea y responsabilidad de un verdadero líder, de un buen gobernante comprometido con las mejores causas de su país, como es su caso.
Y lo digo, porque sé que usted está consciente que la eficiencia, el amor y la buena actitud en todo, es sinónimo de salud, bienestar y prosperidad, pero lo otro es desastre, pesar y pérdidas materiales y emocionales para muchos ciudadanos. Usted los conoce a todos, a unos y a otros.
Y lo digo, también, porque siempre he creído que un funcionario inepto, haragán, deficiente y despreocupado, a veces es peor que un ladrón eficiente y altamente trabajador. Es por ello que le exhorto, mi bueno y querido presidente a que no aparte sobre ellos su ojo físico y escrutador, como lo ha estado haciendo, pero con mayor rigor en el futuro, para que no se le dañe su fiesta, que es al igual, la fiesta de todos.
Atrevidamente, le sugiero, además, que ponga sobre toda la estructura del Estado, su ojo espiritual, que se ubica en las entrañas mismas del corazón y la mente, porque ese es más profundo y sincero, ya que abraza la conciencia más pura del hombre bueno y positivo como usted. Ese ojo nunca nos miente y nos separa del egoísmo, del oportunismo y la insana complacencia.