A las 6: 52 de la tarde, tres jóvenes corren hacia la estación del Metro Juan Ulises García Saleta. Todos con “polo shirt” y pantalón negro. A lo mejor compañeros de trabajo que juegan pero no ambas cosas.
Solo dos trabajan juntos, el otro es un perseguido y la ropa similar sí es pura coincidencia. En esa parada, “cercana al Estadio Olímpico”, tal cual dice la voz del locutor y para más señas, buscó refugio un haitiano al que agentes de la Dirección General de Migración intentaron atrapar .
En eso quedó la persecución, en un intento de detención, porque el muchacho logró penetrar al recinto y los otros desistieron, abordaron su motocicleta y partieron delante de la camiona, repleta de morenos.
-Entren allá a cogerlo, vayan-La sugerencia de un motorista provoca la risa de los que miran asombrados esa situación que de inmediato genera debate.
El hombre explica que en el Metro no permiten el ingreso a los agentes de Migración, porque no quieren ese aparataje en sus instalaciones y califica de abusiva la actitud de los perseguidores.
-¿Cómo es que una autoridad impide a otra hacer su trabajo? No hay coordinación. La pregunta muestra la división del grupo sobre un tema que eleva pasiones.
Mientras las discusiones sobre la migración ilegal haitiana arropan incesantes todo el país, en algún rinconcito de esta parte de la isla uno que escapó a la camiona debe meditar en su fortuna y si es creyente, a lo mejor diga que fue designio de Dios.